En estos tiempos el narcotráfico ha llegado a ser un negocio tan complejo, diversificado y al parecer autosustentable, que no sólo emplea a nuestros jóvenes y a un montón de ciudadanos desubicados en el narcomenudeo o en el oficio de sicario, sino que además tiene necesidades sociales que también involucran a aquellos que pretenden cruzan las fronteras en busca del sueño americano.
Y es que, en cierto sentido esas necesidades se parecen a las que tenía California hace unos años, cuando realicé mi primera visita a Tijuana —antes de que los muros se levantaran— donde presencié un partido de futbol entre la gente de la Patrulla Fronteriza y los líderes agrarios que cruzarían la frontera esa misma noche para trabajar en el otro lado. Recuerdo que terminando el juego se despedían diciendo: “ojalá no te atrapen”. Porque al final del día eso era un juego combinado al ser conscientes de que la mano de obra barata de nuestros migrantes era lo que se necesitaba en el vecino del norte.
Porque no debemos olvidar que el desarrollo en estados como California o Texas está constituido sobre los hombros, el hambre, el sudor y la necesidad de los nuestros.
Después pasaron muchas cosas, desde la construcción del Canal de Tijuana hasta el levantamiento de los muros fronterizos, que no han servido para nada pero ahí están, como un recuerdo permanente de la humillación y del fracaso en el intento de construir un modelo que permita vivir sin tener que cruzar para comer o simplemente dejarlos brincar para rebajar el costo de la mano de obra.
Ahora, cuando leemos que los migrantes centroamericanos son reclutados, unas veces por las buenas y otras por las malas —no olvidemos el caso de San Fernando, en Tamaulipas— para que trabajen en la industria del narcotráfico, resulta inevitable reflexionar acerca del tipo de modelo que ha sostenido durante mucho tiempo la relación laboral que existe entre nosotros.
En ese sentido, la única explicación es el fracaso de los modelos sociales de los países. Porque antes ese fenómeno se daba en México con relación a los Estados Unidos, y ahora ese fracaso también es de los países centroamericanos y de su salida hacia el imperio del norte, pasando por nuestro territorio.
En cualquier caso, el Estado mexicano tiene una obligación que cumplir y un territorio que defender y eso logra romper con todas las comodidades que existen en un narco que se siente tan seguro, tan integrado y tan incluido en el modelo económico, que se puede dar el lujo no sólo de secuestrar, sino de ofrecer y otorgar trabajo a unos migrantes que pueden morir buscando el norte.
Fuente: El blog del narco
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