La dismorfia muscular o vigorexia es un desorden que tiene como síntomas principales la obsesión y el miedo a ser pequeño como también a su vez la distorsión de la realidad que lleva a quienes lo padecen a percibirse como menudos y débiles a pesar de ser en realidad robustos y con musculatura prominente.
Romario Dos Santos Alves, un joven brasileño de 25 años puso en riesgo su vida gracias a su obsesión por el fisicoculturismo. Todo comenzó tres años atrás, cuando Romario se mudó de su pueblo natal, Caldas Novas a Goiana, allí y en ese momento fué cuando su enfermedad comenzó a gestarse. En esta ciudad, el joven comenzó a relacionarse con miembros del gimnasio al que asistía que él percibía como “muy grandes”, refiriéndose a su masa muscular, y ellos le dieron a conocer el compuesto synthol.
El synthol es un aceite que se compone principalmente de ácidos grasos y en menor medida de alcohol bencílico y lidocaína y fue desarrollado en los años ochentas por el fisicoculturista Christopher T. Clark como “relleno” para moldear y dar volumen a los músculos cuando no acompañan el crecimiento del resto del cuerpo o para alcanzar mayor simetría. Lamentablemente, hasta en esta disciplina, el uso de este compuesto puede resultar en detrimento del participante.
El abuso de este químico casi le costó a Romario uno de sus brazos, ya que su médico hasta concertó una cita para la amputación preocupado por la gran cantidad de tejido endurecido y velando por la salud del obsesionado joven.
Su figura genera pavor, tanto por su desproporcionado volumen como por las terribles consecuencias de la vigorexia; pero aún a pesar de ésto y del claro riesgo para su salud, de las advertencias de los médicos y hasta de su esposa, el joven continúa considerando otros químicos y desea hacer una carrera en fisicoculturismo.
Fuente: popful
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