En México ha habido siempre diversas formas de señalamientos hacia parejas del mismo sexo, y un clásico de estas es el número 41.
Sabemos que en la actualidad, la Suprema Corte de Justicia de México, ha declarado inconstitucionales las normas que no permitían el matrimonio entre personas del mismo sexo o la adopción de menores por parejas homosexuales.
Hoy en día todo eso ha cambiado, sí bien la homosexualidad no estaba penada legalmente en el país, sí tenía (y quizá aún lo sigue teniendo, pero en menor medida) un juicio negativo socialmente hablando.
Aquí un fragmento de Décimas de nuestro amor escrito hace más de 50 años, por el conocido poeta Xavier Villaurrutia:
A mí mismo me prohibo
revelar nuestro secreto,
decir tu nombre completo
o escribirlo cuando escribo…
Este poeta, ya bien sabido homosexual, tuvo que sufrir todas las ‘desventuras’ del México conservador, por llamar amablemente a la avalancha de discriminación bajo la que eran enterrados quienes no cumplieran con el estereotipo de amor aceptado por la época, que incluía lógicamente sólo a heterosexuales.
En 1901 se celebró en la Ciudad de México una fiesta de varones homosexuales que casualmente eran 41. Aunque era una celebración privada, la policía los detuvo y la prensa dio enorme difusión al hecho, algunos lograron huir comprando su libertad a los policías, otros fueron obligados a barrer las calles y se les envió en ferrocarril a Valle Nacional a realizar trabajos forzados.
José Guadalupe Posada (grabador, ilustrador y caricaturista Mexicano), fijó la imagen popular de este acontecimiento imaginando que los participantes de la fiesta eran fenómenos, caballeros burdamente travestidos no obstante su bigote y sus patillas.
Más adelante un grupo muy importante de artistas revolucionarios decidió combatir a los “raritos”, como se les llamaba entonces, José Clemente Orozco (muralista y litógrafo), los caracterizó cruelmente en un mural que tiene por título Los anales.
En los muros de la Secretaría de Educación Pública, Diego Rivera (destacado muralista) se burla de su amiga Antonieta Rivas Mercado (actriz, mecenas, escritora, promotora cultural, defensora de los derechos de la mujer y activista política) en una ilustración en la que una enérgica revolucionaria le entrega una escoba para que barra un número de Contemporáneos, una revista muy importante auspiciada por ella en la que colaboraban varios poetas homosexuales, con los que Antonieta se relacionaba estrechamente.
Años más tarde Antonio Ruiz El Corzo (pintor y diseñador escénico) en su cuadro Los Cuarenta y uno, elige a personas distinguidas de la época para mofarse de su orientación sexual, como lo fueron: Novo, Villaurrutia y Roberto Montenegro.
Actualmente un segmento muy amplio de mexicanos continua siendo rabiosamente homofóbico, una prueba clara de esto, es que se sigue señalando a los homosexuales (hasta con los mismos términos de hace 50 años) como por ejemplo, la distinción peyorativa del número 41, aunque muchos no sepan las connotaciones del concepto “cuarenta y uno”, ni el por qué de su discriminatorio uso.
Fuente: En pareja
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