En su celda de la cárcel bogotana La Picota, el mexicano Juan Carlos Espinoza de los Monteros del Rincón, Lacoste, un operador del Cártel de Sinaloa capturado en Colombia el 19 de mayo último, se ufanó de la fuga del Chapo Guzmán.
“Ha hecho bromas con otros reos, Les dice que ya vienen a Colombia los ingenieros del Chapo, pero nada para tomarse en serio”, dice a Proceso una fuente judicial local.
Integrante de una conocida familia de Culiacán, Sinaloa, Lacoste se encuentra en el pabellón de máxima seguridad de La Picota, mientras enfrenta un juicio de extradición a Estados Unidos.
En ese país tiene cargos por organizar el envío de cargamentos de droga desde Colombia para el Cártel de Sinaloa, la organización criminal que lidera el prófugo Chapo Guzmán.
Aunque ha habido fugas memorables en esta prisión, ni las autoridades penitenciarias ni la Fiscalía –que promueve el juicio de extradición contra Espinoza de los Monteros ante la sala penal de la Corte Suprema de Justicia– consideran necesario reforzar las medidas de seguridad con ese interno.
“Lacoste no es El Chapo”, dice la fuente consultada. Y hay razones: la meticulosidad con la que el capo sinaloense planeó su fuga no parece ser una cualidad de su paisano en La Picota. Fue capturado gracias a un descuido: una foto de cuerpo entero en su perfil en la aplicación de mensajería instantánea WhatsApp.
Su teléfono celular estaba intervenido por la policía y eso le permitió a la policía colombiana atraparlo en su austero departamento de clase media localizado cerca del aeropuerto de Bogotá, desde donde Lacoste coordinaba el envío de cargamentos de cocaína del Cártel de Sinaloa a Centroamérica, México, Estados Unidos y Europa a través de avionetas, barcos, lanchas rápidas y submarinos artesanales.
De acuerdo con el expediente judicial del caso y con investigadores de la Policía Nacional de Colombia (PNC) consultados por Proceso, Espinoza de los Monteros fue durante el último año una “ficha clave” del cártel que lidera El Chapo Guzmán en Colombia. Realizaba todas sus operaciones por medio de correos electrónicos y mensajes de WhatsApp, dice uno de los agentes que participaron en su captura.
Sus discretos movimientos en Colombia llaman la atención a los investigadores, quienes creen que el Cártel de Sinaloa ha instruido a sus operadores en el extranjero a actuar con cautela para pasar inadvertidos.
“(Lacoste) llevaba una vida muy tranquila, se movía en taxis y en Transmilenio (el equivalente en Bogotá al Metrobús de la Ciudad de México) y casi no salía. Él coordinaba todas las transacciones de droga desde su celular y desde su habitación”, indica un agente antidrogas de la PNC. Al principio, aclara, eso les complicó dar con su paradero.
Un pez gordo
Lacoste, apodado así por su afición a la ropa de esa marca cuyo emblema es un cocodrilo, fue detectado en Colombia por un informante de la policía que le proporcionó a una unidad antidrogas un dato certero sobre la ubicación del mexicano, así como su número de celular, e incluso el sitio aproximado donde vivía, entre el barrio Salitre y el aeropuerto internacional de Bogotá, en el occidente de la ciudad.
Los agentes de la PNC intervinieron su teléfono con una orden judicial y descubrieron que el mexicano financiaba y controlaba diferentes eslabones del tráfico de estupefacientes, desde la compra de cocaína y metanfetaminas hasta su entrega final en México, Estados Unidos y Europa.
En sus comunicaciones, Espinoza de los Monteros instruía a pilotos mexicanos que esperaban cargamentos de droga en pistas clandestinas en el nororiente y el sur de Colombia, así como en Venezuela. A uno de sus contactos en Ecuador le pidió vender un predio de 500 hectáreas para financiar un embarque de cocaína.
Según el expediente judicial, Lacoste se ufanaba de un cuantioso envío de droga que había que colocar en el puerto mexicano de Lázaro Cárdenas, pero también se quejaba de un robo que había sufrido la organización delictiva en Durango, lo que iba a provocar, decía, “un barrido por allá”.
El operador del Cártel de Sinaloa, de 36 años, era breve y conciso en sus comunicaciones escritas y de voz, lo que impedía a los investigadores su ubicación precisa. Comenzaron a recopilar información que les permitió conocer los movimientos del narcotraficante, quien durante meses no veía a su familia, que se encontraba en México, y su jerarquía en la estructura de la organización criminal.
Lacoste le rendía cuentas a Heriberto Zazueta Godoy, El Capi Beto, a quien el Departamento de Justicia de Estados Unidos señala como uno de los principales colaboradores de Ismael El Mayo Zambada, quien asumió el liderazgo de ese cártel tras la captura del Chapo en febrero de 2014. Luego de la reciente fuga del capo. El Mayo volvió a ubicarse como el número dos en la línea de mando.
“Esto nos indicaba que era una persona importante dentro de ese cártel. Estaba en un tercer nivel en la cúpula, como operador de uno de los brazos derechos del Mayo”, refiere uno de los investigadores.
Según una acusación radicada en Estados Unidos, El Capi Beto figura entre los principales blanqueadores de activos del Mayo Zambada y ha estado involucrado en actividades de narcotráfico desde mediados de los ochenta. Ahora enfrenta cargos por lavado de dinero y tráfico de drogas en la corte federal estadunidense del distrito norte de Illinois.
En abril pasado, ese mismo tribunal pidió a México por la vía diplomática la extradición de Espinoza de los Monteros. Las autoridades mexicanas, a su vez, divulgaron una circular roja de Interpol solicitando su captura internacional, y alertaron a las autoridades colombianas.
Un tipo tranquilo
A principios de mayo último, los altos mandos de la PNC pidieron a sus investigadores acelerar la captura de Lacoste para extraditarlo a Estados Unidos. El problema era que desconocían su ubicación. El informante que había proporcionado su número de celular no sabía dónde vivía.
En abril de 2014, la PNC había detenido en la suroccidental Cali a Héctor Coronel, Rincón, otro enlace del Cártel de Sinaloa, quien llevaba una vida dispendiosa, conducía carros lujosos, se rodeaba de hermosas mujeres y solía organizar ruidosas fiestas en un exclusivo sector de esa ciudad. Eso, dijeron los agentes, facilitó su captura.
Cuando la búsqueda de Lacoste parecía estancada, el mexicano cometió el error de subir a su cuenta de WhatsApp una fotografía en la que aparecía en el ventanal de un departamento en un conjunto habitacional.
Los agentes, que tenían clonado su celular, concluyeron que esa fotografía correspondía al edificio donde vivía. Era un conjunto habitacional con fachadas de ladrillos –un estilo arquitectónico característico de Bogotá– que localizaron a los pocos días.
La fotografía y una inspección en el edificio de seis módulos les permitieron ubicar el departamento donde vivía Lacoste. Luego de un discreto operativo de vigilancia, el 19 de mayo, mientras esperaban una orden judicial para ingresar al inmueble, Lacoste salió a la calle. Y ahí lo arrestaron. Era la una de la tarde.
Sus captores le comunicaron que estaba detenido con fines de extradición a Estados Unidos bajo cargos de transportar cocaína y metanfetaminas a gran escala.
“Él se mostró extremadamente tranquilo. Nos dijo que seguramente había un error, que se dedicaba a comprar ropa en Colombia para venderla en México. En ningún momento opuso resistencia”, dice uno de los agentes que participó en el operativo.
Más tarde, la señora del departamento donde vivía llevó a la policía una credencial del IFE y un pasaporte mexicano que lo identificaban como Juan Carlos Espinoza de los Monteros del Rincón. Este último documento había sido expedido en la Embajada de México en Bogotá el pasado 20 de enero.
Dos días después de su captura, un funcionario judicial estadunidense le pidió a Lacoste aceptar los cargos. Le propuso su extradición a cambio de una rebaja de pena. El detenido aceptó, pero al día siguiente lo visitó un conocido abogado penalista colombiano que se presentó como su defensor.
Tras la entrevista con el litigante, Lacoste se desistió del trato, por lo que la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia de Colombia debe determinar si la extradición es procedente y emitir su fallo a finales de este año.
El director general de la PNC, general Rodolfo Palomino, comenta a Proceso que la captura de Espinoza de los Monteros desequilibra la estructura del Cártel de Sinaloa, pues esa organización pierde a un operador importante que tenía contacto directo con la cúpula.
“Pero esto no significa que la organización haya sido desmantelada en Colombia. Ellos (sus integrantes) tienen enviados para hacer negocios y sabemos que cuando una organización criminal de este nivel pierde a una cabeza, de inmediato la sustituye”, asegura el jefe policiaco.
De acuerdo con Palomino, la presencia cada vez mayor de cárteles de la droga de México en Colombia, a través de delegados, obliga a las policías de los dos países a estar muy articuladas en la investigación de ese tipo de alianzas trasnacionales. “Y eso es lo que estamos haciendo”, comenta.fuente apro
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