Para contar esta historia hay que empezar con ella, la chica de enfrente que no para de llorar. La que patea con desesperación el suelo y se jala el cabello como queriendo expulsar de su cabeza el recuerdo de la violación tumultuaria que sufrió en uno de los tabledance más exclusivos de la ciudad de México.
“¡Los odio, los odio!”, grita Elvira, mientras estrella repetidamente sus talones contra el piso, lo que por un momento la hace ver como una niña de 12 años, en lugar de los 21 que tiene. “¡Ni siquiera sé cuántos me violaron ahí esa noche!”, exclama con desesperación.
“Esa noche” es alguna de la primavera de 2013; y “ahí” es una de las cuatro salas de “privados” en el Cadillac, un prostíbulo con fachada de club de baile erótico que se ubicaba en Melchor Ocampo 189, en el poniente del Distrito Federal.
Hace dos años Elvira llegó a ese lugar arrastrada por el capitán de meseros del estableciemiento, quien por la tarde la vio en la colonia Anzures buscando trabajo; en la vía pública, él se acercó y le ofreció empleo “en un bar” llevando el control de los tragos que piden los clientes. Ella aceptó acompañarlo al antro para una supuesta entrevista de trabajo, pero mientras esperaba a hablar con el responsable de contrataciones, el capitán le sirvió un whisky que le quitó fuerza en los brazos, le nubló la vista y la dejó inconsciente sobre la mesa.
Cuando Elvira abrió los ojos estaba en un cuarto de tres por cuatro metros, con ventanales opacos en lugar de paredes, una mesa y un sillón rosa, en el que azotó por un empujón. El capitán fue el primero de los trabajadores del Cadillac que “pidió turno” para abusar de ella, como un preámbulo de lo que tendría que hacer como empleada del tabledance.
“Cualquiera podía llegar, abrir la puerta y violarme… yo sólo tengo conciencia de tres, pero seguro fueron más. Fueron tantos que no pude sentarme por 14 días”, llora la chica que, si ahora luce más joven de lo que es, hace dos años tenía pinta de menor de edad.
Apenas la sacaron a rastras del “privado”, un mesero entregó a Elvira a un cliente frecuente del tabledance, quien la cargó hasta su auto y la llevó a una habitación de hotel, donde la violó hasta que se cansó. Ni las lágrimas ni las súplicas detuvieron a aquel señor, quien entre embestidas se excusó diciendo que sólo estaba cobrando lo que pagó en el Cadillac por ella.
Abre la puerta a operativos
El testimonio de Elvira llegó hasta la procuraduría capitalina pocos días después de su violación y aceitó los indicios que estaban congelados sobre trata de personas, violaciones, secuestros, lesiones y hasta homicidios en los tabledance más exclusivos de la capital.
Ella abrió la puerta para que el 29 de junio de 2013, policías federales y capitalinos entraran al Cadillac con una orden de cateo y rescataran a 46 víctimas de explotación sexual antes de clausurar el establecimiento.
Desde entonces y hasta julio de este año, las autoridades del Distrito Federal han cerrado 42 tabledance, incluyendo los Solid Gold, Tahití, Farenheit y Royal, entre los más reconocidos de la capital. En cada uno de ellos, la autoridad halló historias de mujeres con lesiones graves en los genitales, mutiladas, obligadas a operarse los senos y los glúteos, a abortar… por órdenes de dueños, gerentes y meseros, quienes les exigían dinero por los encuentros sexuales, que ellos promovían entre las bailarinas y los clientes.
Los 192 operativos a partir de entonces han resultado en el rescate, hasta ahora, de 557 víctimas en los tabledance VIP del Distrito Federal; el resto, aproximadamente otras 300 mujeres que trabajaban en esos lugares, encontaron en internet una salida para continuar con su actividad. De acuerdo con un empresario del ramo que ha pedido el anonimato, la mayoría de ellas huyó para seguir en el negocio como escorts anunciándose en páginas web; pero también hubo otras que se refugiaron en el interior de la República, o en domicilios particulares; sin embargo, siguen siendo controladas por sus antiguos o nuevos explotadores.
El funcionamiento de este negocio
Desde el “privado” en el primer piso del tabledance Z, El Gerente puede observar a través de los ventanales todo lo que sucede bajo sus pies: los clientes, sus empleadas, la pista de baile, los meseros y la puerta que esconde el camerino de sus “estrellas”. Como desde aquí se puede vigilar todo, ha elegido este espacio para revelar dónde están las bailarinas del Calígula, Butchers, Men’s Club, según sus conocimientos y contactos… con la condición de que el reportero, el camarógrafo y el fotógrafo del periódico no mencionemos su nombre, su lugar de trabajo, ni grabemos sus palabras.
Él es un veterano en el negocio del sexoservicio. Vio el nacimiento de la industria a finales de los 80 con el Tabares en Acapulco, Guerrero, un concepto pionero que combinaba al tabledance de alta categoría con la accesibilidad de un prostíbulo; fue testigo de la instalación de los primeros en el DF en los 90; la crisis de principios de 2000, que dejó el incendio del Lobohombo; y el resurgimiento de la industria a finales de la década pasada con el entronamiento de Alejandro Iglesias, El Zar de los Giros Negros, dueño de cuatro establecimientos ahora clausurados e investigados por la justicia.
Pero desde hace dos años, con el cierre del Cadillac, inició la etapa de cacería: dice que las autoridades olfatean en los ocho tabledance que aún sobreviven en el DF buscando una razón para clausurarlos.
La razón: El Gerente reconoce que, de acuerdo con la ley vigente contra la trata de personas, él desde hace 20 años y hasta hace cuatro incurría en ese delito, pues se beneficiaba económicamente por los servicios sexuales de las bailarinas.
Basta pronunciar el nombre de Rosi Orozco, la ex diputada que creó la actual norma contra la explotación sexual, y Juana Camila Bautista, la fiscal antitrata de la ciudad, para que él truene en insultos contra ambas por supuestamente destruir el negocio de “la noche”, que da empleo a mil 300 familias, de acuerdo con cifras del Movimiento Pro Entretenimiento Erótico. Según El Gerente, entre 200 y 300 bailarinas, principalmente extranjeras, han huido a tabledances tolerados en estados como Morelos, Hidalgo, México y Puebla, donde la ley es laxa y el resto de los trabajadores —casi siempre hombres— se benefician de la prostitución ajena, lo que está penado hasta con 40 años de prisión.
“Según mi visión, las chicas están repartidas en provincia, regadas (sic) en lugares o estados donde les han dado cabida en los tabledance que funcionan sin problemas. Y otra buena parte se ha dedicado a trabajar como escort, las páginas y todo eso han generado un espacio de trabajo para las chicas que vinieron de otros países”, asegura El Gerente, en el único momento de la conversación que permitió que se grabara.
Sin embargo, en internet también trabajan para alguien más: para poder anunciarse en sitios web de los que EL UNIVERSAL se reserva los nombres para no promover la trata sexual, ellas deben pagar mensualmente por sus avisos. Avisos similares al de Britany, quien en una página de escorts asegura tener 25 años y que ha trabajado “en lugares como el Angus, PW, Solid Gold lugares de categoría” (sic). Luego, viene el segundo pago, de acuerdo con El Gerente: cuando alguien interesado en el servicio sexual contrata a una anunciante por internet, los dueños de las páginas se comunican con ella para enviarle un chofer que trabaja para ellos. Ese taxista sirve como un infiltrado de los dueños de los sitios web y retiene una parte de las ganancias de las escorts como “comisión”.
Otra variante son las fiestas en domicilios particulares o en negocios como restaurantes o bares, que rentan particulares para limitar la entrada sólo a clientes registrados previamente. Éstas son típicamente organizadas por ex gerentes, ex capitanes de meseros, ex garroteros de tabledance que a lo largo de varios años en la industria acumularon contactos de clientes frecuentes y bailarinas. El dinero de esas reuniones, sugiere El Gerente, iría también hasta los bolsillos de los dueños de los tabledance que hoy son perseguidos por la justicia.
Los dichos son confirmados por Vigilante, el capitán de meseros del tabledance Z, quien desde su oficina, espía todo lo que sucede con 12 discretas cámaras de vigilancia. Hasta hace un año, Vigilante salía de su casa rumbo al trabajo con la angustia de no saber si volvería a ver a su esposa, pues sabía que un operativo antitrata lo podría enviar a la cárcel, como sucedió a sus amigos del Calígula. Hoy, asegura, ese temor se ha disipado porque en el tabledance Z ya no hay sexoservicio.
“Ahora, hay muchas cafeterías que se dedican a tener meseras y detrás de ese negocio están los encuentros sexuales. Y lugares que fingen ser restaurantes, que son para encontrar chicas (…) Están en la zona sur, también en el norte de la ciudad (…) Yo creo que hay más de 100 lugares, restaurantes, bares de precopeo”, explicó.
“Llegas a un lugar y de repente ves una mesita con cuatro o cinco chicas y el mesero se te acerca para decirte que cualquiera te puede acompañar, pasar un momento agradable. No vas al show, vas a otra cosa. Son chicas que, te hago énfasis, quedaron sueltas del Solid Gold, Butchers, lo que fueron esos lugares donde había extranjeras y que ahora no tienen opción más que trabajar en lugares de ese tipo”, señaló.
El Gerente y Vigilante coinciden al vaticinar dónde acabará lo que ellos llaman la cacería: en unos años, no quedará un solo tabledance en la ciudad donde se permita el contacto físico entre bailarinas y clientes, y los que sobrevivan adoptarán el modelo de “centro de entrenamiento nocturno” que, en el mejor de los escenarios, será una combinación de bar con bailarinas nudistas (…), si se aprueba en la Asamblea Legislativa del DF una iniciativa propuesta este año para regular el baile erótico.
Pero si esa reforma a la Ley de Establecimientos Mercantiles no logra la mayoría de votos de los asambleístas, los jefes “de la noche” admiten que tendrán que aceptar el peor de los escenarios: abandonar la industria. Harán sus maletas, y con ellos, las bailarinas nudistas que quedan en la ciudad tendrán el camino despejado para huir hacia la clandestinidad de provincia, la web o las fiestas privadas.
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