El abogado penalista José Antonio Ortega interrogó al líder del cártel de Sinaloa en marzo de 2000, cuando estaba preso en Guadalajara, pero de ese momento recuerda a un Guzmán Loera soberbio.
La primera detención
Guzmán Loera estuvo poco más de siete años en Puente Grande donde, según el interrogador, parecía el amo.
José Antonio Ortega llegó temprano a su cita de las 10 am.
El abogado penalista estaba listo. Tenía todo lo que necesitaría, incluyendo su maletín con todos los documentos con los que preparó el caso. No estaba nervioso. Ortega se sentía más que preparado, pero dudaba sobre una sola cosa: ¿cooperaría el sospechoso? ¿Le daría el interrogado cualquier detalle mínimo para ayudarle a resolver este caso?
De repente, Ortega recibió una llamada. Era un funcionario de la prisión que le decía que el prisionero no estaba listo. El abogado tendría que esperar un rato más.
Las horas pasaban y cuando Ortega recibió otra llamada del mismo funcionario de la prisión que le decía que —finalmente— la audiencia podía llevarse a cabo, eran ya más de las 10 de la noche. Pasaron más de 12 horas desde la cita pactada para esta reunión.
La primera sorpresa para Ortega fue que él y su socio no fueron llevados al cuarto donde usualmente suceden las audiencias, sino a una habitación contigua a la de la oficina del director de la prisión; allí un empleado estaba alistando la impresora y el computador para esta visita.
La puerta se abrió y finalmente el recluso apareció. Era Joaquín el Chapo Guzmán, quien esbozó una sonrisa y saludó a todos en esa sala como si se tratara de una reunión social.
Ese día era 16 de marzo del año 2000. Guzmán estaba preso en la prisión federal de Puente Grande, cerca a Guadalajara, México. Allí se llevaba a cabo la audiencia. Había estado en custodia federal desde el 9 de junio de 1993 luego de ser capturado en Guatemala, cerca a la frontera mexicana, bajo cargos de tráfico de drogas, asesinato y secuestro.
Ortega estaba allí en representación de la Arquidiócesis de Guadalajara. Había sido contratado por líderes de la iglesia en la investigación del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, que murió en un tiroteo en el aeropuerto de Guadalajara el 24 de mayo de 1993.
En ese tiempo los funcionarios mexicanos creían que esas balas iban dirigidas para el Chapo que estaba ese mismo día en el aeropuerto. Ortega quería interrogarlo: ¿Qué hacía Guzmán en el aeropuerto ese día? ¿Para dónde iba? ¿Quién mató al cardenal? Habían muchas preguntas.
“El Chapo era el dueño de la prisión”
Pero primero, Ortega quería saber por qué la audiencia se había demorado más de 12 horas. La explicación lo hizo enfurecer.
“Mire, tenía mi visita conyugal hoy. Luego fui al baño turco y luego tenía que tomar una siesta para poder saludarlo como usted se merece”, le habría dicho el Chapo a Ortega, con un aire de arrogancia, según relató el abogado.
“Él usaba el acostumbrado uniforme beige”, dijo Ortega, “pero no tenía las manos esposadas. Estaba totalmente libre. Había dos guardias con él”.
Un interrogatorio tenso
Ortega tuvo que esperar más de 12 horas para hablar con el líder del cártel de Sinaloa, en una audiencia que se prolongó hasta la mañana del día siguiente.
De acuerdo con Ortega, Guzmán Loera no se comportaba como un prisionero, sino como la persona a cargo, y los guardias, como sus asistentes personales. Guzmán les ordenó traer café y bebidas sin alcohol para todos los presentes. Los guardias inmediatamente cumplían.
“El Chapo era el dueño de esa prisión en ese momento. Era como si nos hubiera invitado a su casa. Nos ofreció café sabiendo muy bien que la audiencia iba a durar varias horas”, dijo Ortega.
En el momento de la audiencia en el año 2000, Guzmán ya era el infame líder del cartel de Sinaloa, una vasta organización criminal que enviaba cocaína y heroína por toneladas a Estados Unidos. Para ese entonces y desde 1993 ya había sido descrito como “el hombre que se cree que es de lejos el mayor traficante de drogas de México”, según Los Ángeles Times.
Durante la audiencia, Guzmán dijo que tenía 42 años. Él nació el 4 de abril de 1957 en el estado de Sinaloa, según testificó. Cuando se le preguntó a qué se dedicaba respondió: “soy un agricultor”.
CNN obtuvo una copia del testimonio. Guzmán dijo que llegó al aeropuerto manejando un Grand Marquis modelo 1991 y cuando empezó a caminar el tiroteo inició, pero que ninguno de sus hombres disparó una sola vez.
Evidencias
La firma de Guzmán Loera se puede ver en este testimonio de la audiencia del 2000.
Aparte de eso, Guzmán Loera no reveló ninguna información relevante, dice Ortega, pues repetidamente respondió a las preguntas que se le hcieron con un “no recuerdo”.
La reunión duró hasta las 5 de la mañana, dijo Ortega, para quien la experiencia fue más que frustrante.
Según él, parecía como si el abogado que actuaba como el fiscal del gobierno hubiera entrenado a al Chapo diciéndole “usted no tiene que responder eso” o “ellos lo quieren atrapar”.
“El Chapo significa odio”
El Chapo pudo escapar de la prisión federal de Puente Grande el 19 de enero de 2001, unos 10 meses después de la reunión con el abogado Ortega, haciendo más corta la pena de 20 años de cárcel que cumplía.
Citando fuentes militares, el abogado insiste que Guzmán no escapó usando un carro de lavandería como el gobierno dijo entonces, sino que libremente caminó a través de la puerta principal con la ayuda y complicidad de los oficiales de la prisión.
El narcotraficante fue capturado el 24 de febrero de 2014 en un hotel en Mazatlán, en su estado natal de Sinaloa. Se escapó solo un año después, el 11 de julio de 2015 a través de un agujero en su celda que conducía a un túnel iluminado y ventilado de casi 1.6 kilómetros de largo, dijeron las autoridades.
Ortega ha sido uno del puñado de fiscales que ha interrogado al capo de la droga y, ahora que Guzmán está detrás de las rejas desde que fue capturado en enero de 2016, busca interrogarlo otra vez.
El caso de la muerte del cardenal Ocampo sigue abierto.
“El Chapo significa odio, muerte. Es alguien quien envenena con drogas a jóvenes no solo en México, sino en Estados Unidos. El Chapo significa corrupción e impunidad”, dice él.
Fuente: Expansion
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