"El más loco" el narco que murió Dos veces y publicaba libros


Nazario Moreno, el Chayo, uno de los narcos más extraños de la historia del narcotráfico. Primero, porque quizá sea uno de los pocos hombres que oficialmente murió dos veces.

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En diciembre de 2010, el gobierno de Felipe Calderón anunció con bombo y platillo la muerte del capo en las inmediaciones de un pueblo llamado Holanda, municipio de Apatzingán. Aunque se explicó que había sido abatido en un enfrentamiento con policías federales, nunca se presentó el cadáver. Sin embargo, su nombre fue borrado de las listas de los hombres más buscados por las autoridades.

Pero en Marzo del 2014 se hizo oficial, cosa inverosímil, la muerte de un hombre muerto. Esta vez, la versión fue apoyada por las cuentas en redes sociales que tienen las autodefensas de Michoacán. Después el gobierno de Peña Nieto  hizo la confirmación oficial y comenzaron a circular fotografías.

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Lo segundo y tal vez, lo más increíble de este caso, es que con la muerte del Chayo, se termino la historia del capo que publicaba libros. Se sabe que ordenó la impresión de por lo menos tres. El primero, Código de los Caballeros Templarios de Michoacán, es un reglamento de lo que deben y no deben hacer los hombres que aspiraban a ingresar a esta organización. Pensamientos, en el que da vuelo a sus aires de erudito y comparte su visión sobre la vida, la guerra y el hombre. El último y quizá el más polémico fue Me dicen: "el más loco", en donde cuenta sobre su infancia, su juventud y vida adulta. Reconoce su adicción al alcohol y las drogas y decide rehabilitarse. A partir de ahí, Nazario Moreno González cuenta que se interesó por el conocimiento, lee y acude a conferencias. Vaga por todo México disfrazado de pordiosero, en busca de la sabiduría.



Ya como líder de La Familia, intentaría sin éxito, contagiar esta hambre del saber a sus correligionarios. En Me dicen: "el más loco" indica que pagó a Carlos Cuauhtémoc Sánchez y Miguel Ángel Cornejo por una serie de conferencias para su gente. Esta publicación fue distribuida de forma masiva en las áreas costeras de Michoacán y Guerrero. Escuelas, transporte público o edificios oficiales fueron inundados por cajas y cajas de este libro, cuya prohibición solo alimentó el morbo de leerlo. En dos ocasiones se detuvo a personas que lo repartían de casa en casa.

En este libro, el cual constituye una especie de autobiografía, es posible entrever algunos motivos que orillaron a este hombre a encabezar una de las organizaciones más violentas del mundo. Pobreza, injusticia, migración y tráfico de enervantes están presentes sí, pero también, una personalidad escondida en un humilde niño que luego, dejaría salir toda su furia desde el lado de las armas.

Pero que hay de su historia de este hombre que recuperado de la adicción a las drogas que vendió industrialmente se levantó, anduvo y lideró a Los Caballeros Templarios y que conquistó con un cuerno de chivo en una mano y una Biblia en la otra. Esta es su historia…

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La refriega trajo consigo el silencio salpicado de la voz metalizada a través de la radio. Los narcotraficantes michoacanos escucharon a los combatientes de las fuerzas especiales del Ejército Mexicano y de la Secretaría de Seguridad Pública preguntarse si en el enfrentamiento había muerto El Chayo.

El ataque a Holanda, en el municipio michoacano de Apatzingán, había cesado. El asalto fue diseñado por el gobierno mexicano en conjunto con la DEA, presumiría el jefe de operaciones de entonces de la agencia antidrogas norteamericana, Thomas Harrigan. El funcionario relató ante el Senado de Estados Unidos cómo las detenciones y abatimientos de los capos mexicanos presumidos por la administración de Felipe Calderón como propias eran, en realidad, operaciones aprobadas por Washington.

Y Harrigan aseguró que Nazario Moreno, El Chayo, estaba muerto, aunque nunca nadie vio su cuerpo.

El día del abatimiento, 8 de diciembre de 2010, y cuando terminó el tableteo de los fusiles, El Chayo pegó la oreja en el aparato de intercepción de comunicaciones. Escuchó a los militares preguntarse si lo habían asesinado y él asintió.

“Yo vi a Nazario”, son palabras repetidas por toda la Tierra Caliente michoacana. “Lo vi en una fiesta en Apatzingán”, detalla alguien que reclama la omisión de cualquier detalle de su persona. “Nos sentamos en la misma mesa. Me platicó que sus migrañas son por una placa de acero metálica que le pusieron en la cabeza. Yo sabía de esta condición y siempre pensé que había sido un tiro, pero no: le patearon la cabeza en una pelea campal durante un partido de futbol”.

Desde entonces, Nazario Moreno es [o fue] un hombre que sufre [o sufrió] jaquecas como si dentro del cráneo tuviera un tren descarrilando. Quizá desde antes fuera excéntrico, locuaz, arrebatado, violento. Tal vez desde que se fue de mojado a Estados Unidos y, en el norte de California, pescara una adicción a las metanfetaminas que, en ese tiempo, principios de los 90, no significaban nada en el mercado de las drogas.

Pero lo harían.

Atrapado en el cristal, Nazario conoció un ministro de culto religioso o, al menos, tuvo contacto con su ministerio religioso. El pastor evangélico, John Eldredge, sería una de las mayores influencias religiosas del michoacano, quien volvería a México curado de las metanfetaminas y dispuesto a fabricarlas y a fundar un imperio que fue, al mismo tiempo, la promesa de una tierra sagrada.

Desde 2008, los reportes de las agencias antinarcóticos de Estados Unidos reportaban la emersión y fortalecimiento de la banda de traficantes michoacanos proclives a comportarse al “estilo Robin Hood”. Los informes mexicanos los describían con tendencias “políticas anti neoliberales”. La organización, entonces plegada en un solo cártel, La Familia Michoacana, mostraba una atípica propensión por la propaganda y su difusión en los medios de comunicación y las escuelas rurales.
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EL LIBRO DE NAZARIO


Son realmente excepcionales las páginas de su libro, Pensamientos, en el que El Más Loco no mencionara a Dios. Las referencias al perdón, la humildad, la honestidad y la caballerosidad atascan el centenar de páginas que, para las autoridades federales, representan una suerte de biblia o evangelio del fundador de La Familia Michoacana e inspirador fundamental de Los Caballeros Templarios de Michoacán.

Al mismo tiempo, es casi imposible encontrar ausencia de tortura o mutilaciones en las miles de ejecuciones cometidas por órdenes directas o indirectas de El Más Loco. Es mucho más frecuente el hallazgo de rótulos dejados a lado de esos cadáveres: “Esto es justicia divina”.

Las contradicciones de los narcotraficantes michoacanos, peculiares por el ejercicio de la brutalidad y su carisma religioso, se explican en la personalidad e influencias literarias de Nazario.

Durante los últimos años, la policía federal y el ejército han confiscado miles de armas, kilos de marihuana, heroína y de precursores químicos para la producción de metanfetaminas y detenido o abatido a cientos de miembros de la Familia Michoacana o de su escisión, Los Caballeros Templarios.

En el curso de esas operaciones las agencias mexicanas apoyadas en las estadunidenses, principalmente la DEA, también han asegurado material propagandístico, ideológico y ritual del que podría ser, por sus propósitos sociales y evangélicos, el cártel de las drogas más peculiar, en este momento, del continente.

Uno de estos materiales fue encontrado en un albergue de recuperación contra las adicciones llamado Gratitud, en febrero de 2007. Es un libro impreso en serie llamado Pensamientos y escrito por el propio Nazario.

No se indica editorial alguna ni taller de producción. El libro tiene 100 páginas numeradas y casi todas están rematadas con la leyenda El Más Loco. Su tipografía es cursiva y las faltas de ortografía y sintaxis son abundantes. Los tiempos verbales sufren súbitos giros y las ausencias de puntuación colocan a El Más Loco dirigiéndose con frecuencia a sí mismo o pontificando en calidad de Dios.

Al final se indica que ese ejemplar se imprimió como parte de su cuarta edición, de la que, entre noviembre de 2006 y septiembre de 2007, se habían impreso 26 mil 500 copias.

Algo más sobre el libro incautado y del que posee copia: está firmado por el mismo puño de El Más Loco:

“Ni el hierro ni el acero ni siquiera el oro tienen el balor [sic] de un hombre honesto honrado trabajador integro… La mejor erencia [sic] que le puedes dejar a tus hijos amigos y familiares es tu propio ejemplo. Atte. ‘El Más Loco’”.......

El Más Loco se describe en los forros de su libro como un hombre meditabundo y reflexivo en el Cerro del Húngaro, cercano a su pueblo, Apatzingán, corazón de la Tierra Caliente de Michoacán.


referencia de sí mismo, espiritual y en las alturas, es un lugar común tomado por Nazario de John Eldredge, su principal influencia evangélica y autor estadunidense de Salvaje de Corazón, libro obligatorio para los narcotraficantes iniciados como Caballeros Templarios.

La estructura y tono del libro de Nazario González quedan claros desde el comienzo, con la reproducción de un acróstico:

“Es una verdadera fuente de sabiduría
“La obra que ahora nos presenta el autor

“Motiva, ilustra, enseña y proporciona
“Ánimo y empuje hacia la superación
“Siendo ‘El Más Loco’ un verdadero mentor

“Loco, para nada ciertamente no lo es,
“Objetable en lo absoluto esa denominación.
“Cuerdo, sabio e inteligente, en cambio,
“Opino merece esta obra honorífica mención”.

¿Y la masacre?

Las palabras escritas por El Más Loco en el Cerro del Húngaro no fueron las únicas publicadas por La Familia Michoacana en 2006.

El 12 de agosto de ese año, en Apatzingán mismo, un grupo de hombres vestidos de negro y encapuchados entraron a casa de los hermanos Colima Hernández. No dudaron. Tras asesinarlos, siguieron la estampida. Dejaron un mensaje escrito: “El tiempo no borra el odio. Para que sepan que todo el que se mete con La Familia con su vida ha de pagar, saludos de don Andrés”. El mensaje hacía referencia a un hombre asesinado 12 años atrás.

Nueve días después, una cabeza humana apareció en un puente del municipio de Tepalcatepec. Había un pliego de papel cascarón: “Asi sucede cuando piensas o imaginas que mis hojos no te pueden mirar y que pronto estaras aquí la familia te saluda… Piensa en mi ‘bay chatos’ [sic]”.

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LA GUERRA EN TIERRA NARCA


Nazario no tiene [o no tuvo] un nombre, posee otros seis: El Chayo, El Dulce, El Pastor, El Doctor, El Macho Loco, El Más Loco. Y sólo una fecha de nacimiento: el 8 de marzo de 1970, en Apatzingán, capital de la Tierra Caliente michoacana.

Mide 1.65 metros. Es moreno claro y tiene cejas gruesas, la nariz afilada, ligeramente aguileña. La barbilla es prominente –o las fotos obtenidas por la policía lo muestran en permanente desafío–. Tiene ojos oscuros y entrecerrados, acechantes, frente amplia y abundante cabello negro. Una placa metálica está incrustada en el parietal izquierdo de su cráneo. Pocos saben que llegó ahí por una patada en un juego de futbol descompuesto en una bronca campal. Desde entonces sufre terribles dolores de cabeza.

Su historial también menciona su detención en 1994, en Mc Allen, Texas, por tráfico de droga.

Al menos desde inicios de la década anterior, un grupo de michoacanos al que él perteneció se empecinó en hacer negocio con la droga en Estados Unidos, alentados por las historias de sus padres y abuelos braceros, quienes no paraban en relatar la fascinación de los gringos por la marihuana.

Cuando volvió de aquel país El Chayo aún no era El Más Loco, pero ya era un hombre que andaba por las ardientes cañadas michoacanas con una biblia en la mano y el cuerno de chivo en la otra. Para entonces ya le hacían guerra a Los Valencia, jefes del Cártel del Milenio.

Nazario Moreno González y Jesús, El Chango, Méndez Vargas iniciaron el cobro de cuotas a narcotraficantes para que pudieran operar en Michoacán al tiempo que su grupo, en aquel tiempo llamado “La Empresa”, se consolidaba como una célula del Cártel del Golfo.

Algunas claves de la actividad de Nazario fueron dadas por “Ricardo”, un policía judicial de Michoacán vendido al narcotráfico y luego reconvertido por la Procuraduría General de la República en testigo protegido y que consta en la averiguación previa PGR/SIEDO/205/209

Desde 1991, el agente “Ricardo” trabajó para los cárteles del Golfo, del Milenio y de la Familia Michoacana. El policía no era más que un transportista de cocaína, marihuana e ice.

Aún subordinados al Cártel del Golfo, los michoacanos eran dirigidos por Carlos Rosales Mendoza, apodado El Negro o El Tísico, lugarteniente de los tamaulipecos en Guerrero. En aquellos días, Nazario era jefe de plaza en Morelia y mantenía similar jerarquía con Jesús, El Chango, Méndez Vargas, apostado en Apatzingán.

A fines de los 90, Nazario, según las acusaciones de la PGR, tenía una relación privilegiada en la capital michoacana. Era compadre del primer comandante regional de la policía ministerial en ese entonces, Noé Medina.

Tras la detención del líder del Cártel del Golfo en esa época, Osiel Cárdenas Guillén, los terracalenteños buscaron su independencia en choque frontal con aquella organización y, poco tiempo después, con Los Zetas.

Si algo está claro en el pensamiento de Nazario es su voluntarismo. Después de Dios la idea más arraigada en sus Pensamientos es la superación de los problemas.

“Muchachos, ánimo y nunca le tengan miedo a nada ni a nadie, al contrario hay que vencer los obstáculos con valor y decisión, siempre pensando en el éxito porque sólo los perdedores no lo enfrentan [...]

“Convéncete de que el mundo no es un parque de diversiones, sino un ambiente de trabajo, no, no es un día festivo que se nos dio para descansar, sino un curso intensivo de aprendizaje [...] y empieza a amar a todos sin hacer preferencias y trata a la gente como te gustaría que te trataran y nunca desprecies a nadie”.

El gobierno federal persiguió a los michoacanos, alentado por las pretensiones políticas y sociales de estos, y en julio de 2006 arreció la acometida. Nazario se refugió en Estados Unidos, pero no por mucho tiempo. Volvió en septiembre de ese año para llorar sobre la tumba de su hermano Eliodoro, asesinado pocos días antes en Morelia. Por esas fechas escribió Pensamientos.

“Aquí postrado a los pies de mi propia muerte quisiera estar. Es tanto el dolor que ya no quiero existir más, elevando una plegaria a Dios le pido me fortalezca. Abatido le hice una petición, le pedí que me diera su perdón y me dio clemencia, le pedí me diera alegría y me dio tristeza, le pedí me diera amargura y lapidaba mi alma y me dio soledad”.

En el mismo mes de la muerte de Eliodoro a El Más Loco se le vio en La Piedad. Viajaba en una Hummer amarilla. Por eso también llama la atención lo escrito por esas mismas fechas en Pensamientos:

“No es más rico quien más dinero tiene, sino el que menos necesita”.

El Más Loco también es [o era] un hombre con capacidad de ordenar sobre la vida de los rivales. Iba y venía con un hombre apellidado Valladares, su jefe de sicarios.

“Ricardo”, el informante, estaba tan instalado en la estructura de los narcos michoacanos que asistía a sus reuniones, muchas sostenidas, según él, en el restaurante Los Caporales de Morelia, a 300 metros de la Casa de Gobierno de Michoacán.

Un encuentro ocurrió a principios de 2003. La conversación se centró en un problema ocurrido en los ranchos Los Mendoza y La Tupitina, propiedades de El Tísico y sitios de descarga y almacenamiento de cocaína. Los narcotraficantes se decían robados por unos albañiles trabajadores de las fincas.

“El Chayo ordenó la ejecución de entre 10 y 12 de ellos”, relató “Ricardo” durante su testimonio de 2008.

No fue la única ocasión. Según el mismo testigo, El Chayo ordenó, a principios de 2004, a un hombre de apellidos Solís Solís y sobrenombre El Lince ejecutar a Elio Ibarra, El Paquín, miembro del Cártel del Milenio.

El expolicía ofreció más detalles sobre la vida de El Chayo en 2008: predicador del perdón, la humildad y la discreción, vivía bajo la protección de 80 sicarios en un ranchito de Tancítaro convertido en fábrica de metanfetaminas.

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El Más Loco se apersonó vestido con uniforme militar a la reunión. Tenía la cabeza tocada con una boina negra y de su cintura destacaba una pistola.

Recorrió con la mirada a los convocados, todos empresarios aguacateros y huerteros de frutas de Pátzcuaro, Tacámbaro, Villa Madero, Acuitzio, Salvador Escalante y otros municipios.

Era 13 de julio de 2010, en el restaurante Los Escudos de Pátzcuaro el líder de la Familia Michoacana mostraba un rostro severo. Sus invitados debían cooperar para continuar con la lucha.

“No tienen de qué preocuparse. Yo tengo el control de las autoridades locales y cualquier problema con la policía del estado o federal yo se los resuelvo.

“He tenido que matar y mandado matar a muchas personas que no han querido entender que La Familia está por encima de todo y todo tiene un costo y todos y cada uno de ustedes tienen que aportar”, conminó el narcotraficante, según un documento confidencial del gobierno también en poder de este medio.

La reunión, según ese reporte, fue convocada por un priista de nombre Valentín Rodríguez, identificado por la policía federal como un viejo colaborador del capo Amado Carrillo, El Señor de los Cielos, muerto en 1997.

En las investigaciones policíacas se subraya que El Chayo ordenó la muerte del vocalista del grupo musical K-Paz de la Sierra, asesinado con extrema crueldad y, supuestamente, como consecuencia de un lío amoroso. También que ordenó la dispersión de cinco cabezas arrojadas en un bar de Uruapan.

LA FAMILIA NAZARIO

La aparición de La Familia Michoacana mostró la intención y capacidad propagandística del cártel y la pretensión de sus líderes por ser reconocidos como justicieros sociales. Los narcotraficantes insertaron un manifiesto el 22 de noviembre de 2006 en los diarios locales La Voz de Michoacán y El Sol de Morelia.

Se identificaron como miembros de La Familia Michoacana y “trabajadores masivos” de la Tierra Caliente organizados por la necesidad de salir de “la opresión” y “la humillación” a la que fueron sometidos por otras organizaciones criminales, específicamente, el Cártel del Milenio y un grupo delictivo regional ya desaparecido y que se conoció como la Banda de los 30.

“[Nuestro ‘objetivo’ es] seguir manteniendo los valores universales de las personas, a los cuales tienen pleno derecho. Al erradicar lo que nos hemos propuesto, aunque para esto, desgraciadamente se ha recurrido a estrategias muy fuertes por parte de nosotros, ya que de esta forma hemos visto que es la única manera de poner orden en el Estado y no vamos a permitir que esto se salga de control de nuevo”.

Aseguraron que apoyarían a la gente con despensas, literatura y aulas principalmente en “el área rural” del estado y existir por la “misión” de erradicar en Michoacán el secuestro, la extorsión, los asesinatos por paga, el secuestro exprés, el robo de tráileres, automóviles y casas.

“Nuestra única razón es que amamos a nuestro estado y ya no estamos dispuestos a que la dignidad del pueblo sea atropellada”, presumieron de sí mismos los narcos, quienes, aseguran las autoridades, siempre han cometido todos y cada uno de esos delitos.

“Se está erradicando en su totalidad en todo el estado la venta al menudeo de la droga LETAL [sic] conocida como ‘ICE’ o ‘HIELO’, por ser una de las peores drogas que está haciendo daños irreversibles a la sociedad”, prometieron los traficantes michoacanos, a la vez señalados como uno de los cárteles más beneficiados por el incremento del consumo de esa sustancia en Estados Unidos.

Y preguntaron:

“Tú qué harías como michoacano, ¿te unirías a La Familia si ves que estamos combatiendo estos delitos? o ¿dejarías que sigan creciendo?… Danos tu opinión. A ti padre de familia preguntó: ¿Te gustaría que tu hijo anduviera en las calles en peligro de caer en las drogas y en la delincuencia?”.

El informe “Respuestas estadunidenses y mexicanas a las organizaciones mexicanas traficantes de drogas”, presentado al senado de Estados Unidos en mayo de 2011 sobre la situación de los cárteles en México, muestra un mapa en el que La Familia Michoacana es situada en Michoacán, Jalisco, Colima, Guanajuato, Guerrero, Querétaro y, vía una renovada alianza con el Cártel del Golfo, en Tamaulipas y Nuevo León.

Además, las autoridades mexicanas observan su presencia en el Distrito Federal, el Estado de México y Chiapas.

“Es una organización extremadamente violenta dedicada al tráfico de drogas”, enuncia el reporte estadunidense y compara sus prácticas con las del capo colombiano, en los80, Pablo Escobar, por el negocio de las drogas y la distribución de biblias y dinero a gente pobre, escuelas maltrechas y funcionarios públicos locales.

El mismo documento recuerda la “significativa” presencia de los michoacanos en Estados Unidos en el mercado de las metanfetaminas, sustancias especialmente adictivas y nocivas.

La lectura de la Biblia es, para las autoridades mexicanas, un símil entre los michoacanos y gánsteres italianos. La detención en 2006 del jefe de la Cosa Nostra, Bernardo Provenzano, arrojó el hallazgo de ejemplares de la Biblia con anotaciones y claves que, para el FBI, forman parte de un código con el que el padrino de Corleone mantendría comunicación con su mafia.

EL TEMPLE TROPICAL

Los Pensamientos de Nazario precedieron al código de conducta del cártel emergido de su interior, Los Caballeros Templarios. Se trata de un nuevo documento propagandístico repartido no sólo a los miembros de la organización, sino al menos entre civiles de Morelia, Apatzingán y Huetamo.

“Esta lucha es por tu gente, por mi gente, por nosotros mismos y por nuestras futuras generaciones”, explica. Y advierte que la pertenencia a la organización es obligatoria de por vida.

La regla fija su cumplimiento obligatorio para todos los integrantes de la “orden”, surgida el 8 de marzo de 2011 –meses después la supuesta muerte de Nazario– con “la misión principal” de “proteger a los habitantes y al territorio sagrado del estado libre, soberano y laico de Michoacán”.

El documento está profusamente ilustrado con imágenes de caballeros medievales caracterizados con la cruz roja y patada estampada en el pecho.

En el mismo documento está impreso el juramento de iniciación:

“Juro delante de todos vivir y morir con honor.

“Juro combatir la injusticia y socorrer a mi prójimo.

“Juro, igual en el combate como en la paz, que ningún caballero será considerado por mí como enemigo.

“Juro fidelidad al temple y esforzarme por perpetuarlo.

“Juro respeto a los demás, veneración a las madres, protección a los niños o los ancianos, asistencia a los enfermos y a los necesitados.

“Juro respetar la fe de otros y buscar más la verdad que la gloria, el honor que los honores.

“Si por desgracia yo traicionara mi juramento ruego ser ejecutado por la orden como un traidor”.

Sus miembros deben “luchar contra el materialismo, la injusticia y la tiranía en el mundo [...] Es deber de los caballeros prepararse y equiparse a sí mismos para la batalla y conseguir los objetivos de la orden [...] Los caballeros templarios entablaremos una batalla ideológica que nos reta para la defensa de los valores que sostiene una sociedad basada en la ética y construida a través de los siglos [...] La orden luchará contra el desmoronamiento de los valores morales y los elementos destructivos que prevalecen hoy en la sociedad humana”.

Bajo la ilustración de un monje soldado se lee: “Juro y prometo combatir siempre en protección del oprimido, de la viuda y del huérfano”.

La regla de los narcos de Michoacán estipula que sus “caballeros” deben conducirse con “humildad y ser los más honorables, los más nobles, los más corteses, los más honestos y los más caballerosos, como digno caballero del temple”.

Y ningún templario, en la observancia de la norma, debería ofender de forma alguna a otra persona.

“Ninguna mujer deberá temer nada de un templario, ni de sus palabras, ni de sus acciones. Ningún niño deberá padecer tampoco ese temor. Ningún hombre deberá temer a un templario.

“En su conducta el templario evitará lo siguiente: ser brutal, emborracharse en forma ofensiva, ser inmoral, cobarde, mentir o tener intenciones maliciosas.

“Para los Caballeros Templarios de Michoacán la disciplina es constante y la obediencia es siempre respetada: se va y se viene a la señal de quien posee autoridad”.

El código de los Caballeros de Michoacán también conculca algunos comportamientos y obliga a otros.

“Para todos los miembros de la orden queda estrictamente prohibido el uso de drogas o cualquier enervante [...] [Y] realizar secuestros con la finalidad de obtener dinero. Los jefes de la orden y su personal deben practicarse periódicamente la prueba antidoping e informar al Consejo los resultados de dichos exámenes.

“Los caballeros templarios que tengan un cargo de jefe se comportarán de manera ejemplar, [deben] ser inteligentes, astutos, humildes, prudentes, eficaces, audaces y discretos”.

La muerte también queda reglamentada.

“Para hacer uso de la fuerza letal se requiere autorización del consejo [...] Cuando un caballero cometa una falta contra un miembro del consejo y viole el voto de silencio de los Caballeros se le castigará con la pena capital.

“Ningún elemento debe matar por gusto o matar por dinero, cuando se tome esta decisión debe investigarse previamente y si existen razones suficientes entonces sí proceder [...] Aquel caballero que traicione a los templarios será castigado con la pena máxima y además se le decomisarán sus propiedades, sus familiares correrán la misma suerte”.

Una última viñeta muestra a otro hombre con yelmo, armadura, capa y espada: “Yo consiento, si falto a mi palabra de honor, ser ejecutado por las armas de los buenos compañeros o ser devorado por las bestias salvajes del bosque”.

¿Es cierta esta apología que los Caballeros Templarios hacen de sí mismos respecto de la protección al pobre?

Las guardias comunitarias surgieron en Michoacán cuando Los Templarios dejaron de extorsionar a las grandes empresas y terratenientes y comenzaron a exigir cuotas a pequeños comerciantes y campesinos, a quienes los sicarios reclamaban cuotas de 40 pesos por cada caja de limón cosechado, lo que imponía al trabajador ocuparse prácticamente sólo para cubrir el “impuesto”.

Era demasiado. Como si, repentinamente, Robin Hood se comportara como el Sherif de Nottingham.

Entonces la gente se armó y avanzó municipio por municipio y aquello pareció el momento previo de una guerra civil.

El gobierno logró el control de la situación y, sin buscar la sanción de los gobernantes de Michoacán que hicieron posible el surgimiento y expansión del cártel, continuó la estrategia de detener a los líderes del crimen organizado.

En una de esas acciones policíacas a cargo de la Marina fue que Nazario habría muerto en la Tierra Caliente por segunda vez.
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Las semejanzas entre unos y otros Templarios. Aquellos, los de casi mil años atrás, se erigieron en la justificación de proteger a los peregrinos en ruta a Jerusalén, aquejados por salteadores que los sometían a toda clase de vejaciones. (Los Templarios, Regine Pernaud, Ed. Siruela).

Los presentes pretenden constituirse como protectores de su pueblo, ser hombres dispuestos a defender a los suyos de secuestradores, extorsionadores, violadores y vendedores de droga.

Los guerreros de Jerusalén mantuvieron relaciones estrechas con grupos sarracenos que les valieron cuestionamientos sobre la lealtad al principio de su constitución. Uno de esos acercamientos fue con la secta herética musulmana de Los Asesinos –etimológicamente fumadores de hachís–, orden secreta y fanática, persecutora de cruzados.

Los narcotraficantes de la Tierra Caliente surgieron de una partida de sembradores de marihuana que luego se subordinó al Cártel del Golfo, también como asesinos a su servicio. Ahí mantuvieron alianza de facto con el otro grupo más violento de México, Los Zetas. De ellos pudieron adquirir la práctica de la decapitación como medio propagandístico e intimidación y que, a su vez, los Zetas asimilaron de los Kaibiles, grupo de élite de la milicia guatemalteca.

En la pintura medieval “Los cruzados catapultan cabezas cortadas de los enemigos a una ciudad sitiada” un grupo de cruzados colocan las testas de unos musulmanes en las canastas de unas catapultas de un lado de una muralla. La imagen muestra el momento en que los cristianos se preparan a lanzar despojos de sus enemigos.

Resulta inevitable comparar la escena con la reproducida por los narcotraficantes michoacanos con el cercenamiento de las cabezas de zetas o templarios desleales.

En 1291, tras la pérdida definitiva de los reinos latino-cristianos en medio oriente y en el destierro europeo, la orden original perdió su propósito existencial. Los reyes miraron con recelo sus riquezas acumuladas, el apoyo social ganado y su autonomía política, especialmente en el país de origen de sus fundadores, Francia.

Su monarca, Felipe, El Hermoso, fraguó un plan de la mano del inquisidor general y logró enjuiciarlos por nigromancia, herejía, sodomía, crímenes de lesa majestad y traición. La orden sería disuelta y su último maestre, Jacobo de Molay, quemado en la hoguera.

La tradición esotérica surgida alrededor del Temple relaciona los arcanos del tarot con las figuras de sus dirigentes. El último, De Molay, es correspondiente con la carta de El Loco.

Ningún grupo del crimen organizado, histórico o emergente, fue combatido con mayor voluntad política por el Presidente Felipe Calderón –originario de Michoacán– que el de los michoacanos.

La guerra instaurada durante su sexenio contra el crimen organizado dejó saldo de una treintena de alcaldes, jefes policiacos locales y funcionarios estatales del primer nivel del anterior gobierno perredista de Michoacán detenidos y acusados por el gobierno federal de estar dentro de la nómina de la Familia Michoacana, de tener las manos untadas directamente por El Más Loco, cuyo socio, Servando Martínez, La Tuta, es compadre de un medio hermano del exgobernador perredista Leonel Godoy.

AL PRI LO QUE ES DEL PRI

Una calurosa tarde del mes de mayo de 2013, El Chayo ordenó la presentación en Apatzingán de los presidentes municipales, regidores y empresarios de la región de Tierra Caliente. Acudió la dirigencia del cártel: Enrique, Quique, Plancarte, La Tuta, El Tena, El Chicano y El Toro, éste último acusado del rapto y embarazo de 26 menores de edad y detenido.

Testigos presenciales aseguran en entrevista que esa tarde El Chayo advirtió en tono molesto a políticos y empresarios que la enfermedad hepática del gobernador Fausto Vallejo no sería razón suficiente para que los políticos beneficiarios del retorno del PRI al gobierno de Michoacán, luego de dos sexenios perredistas, no le pagaran los 2 mil millones de pesos aportados a las aspiraciones priistas.

Exaspirantes perredistas aseguran que el trabajo de los Caballeros Templarios en la contienda política se complementó intimidando a los opositores del PRI.

“Desinflas tu candidatura o te mueres”, fue el mensaje conciso.

Desde el día de la advertencia, aseguran las mismas fuentes, las reuniones del exgobernador Reyna García y Nazario Moreno eran frecuentes y “amistosas”. Los pobladores de la región afirman que El Chayo se presenta con el nombre deErnesto Morelos Villa, tomando prestados nombre y apellidos de los héroes que dice admirar: Ernesto, por El Che Guevara, Morelos, por José María Morelos, y Villa, por Francisco Villa.

En la reunión en la que “el difunto” exigió la devolución de su dinero y los favores prestados al PRI estaban presentes todos los regidores de Apatzingán, encabezados por su alcalde Uriel Chávez Mendoza y la síndico municipal, Julia Lila Ceja Canela, una atractiva mujer de mediana edad identificada por productores y empresarios de la región como encargada, por los narcotraficantes, del cobro del diezmo a los ayuntamientos de la Tierra Caliente.

Otra aparición importante de Reyna en territorio templario ocurrió la medianoche del 23 de julio del 2013. El Gobernador descendió en helicóptero para ofrecer personalmente sus condolencias al Más Loco por la muerte de su padre.

Poco después el 4 de abril del 2014 Jesús Reyna García es detenido y arraigado por la Procuraduría General de la República acusado de proteger al grupo delincuencial denominado Los Caballeros Templarios.

José Manuel Mireles Velarde, consejero general del Consejo Ciudadano de Autodefensa del municipio de Tepalcatepec, declaró el 31 de julio de 2013 a la periodista Denisse Maerker, que Jesús Reyna, en ese momento Gobernador de Michoacán en funciones, había acudido el martes 23 de julio en la media noche al sepelio del padre de Nazario Moreno, El Chayo.

Hipólito Mora, también líder de las autodefensas asegura que en más de una ocasión El Chayo envió luego del anuncio de su abatimiento mensajes manifestando su interés por negociar la paz.
Ambos ahora se encuentran presos tanto Mireles como Hipolito.

LOS COROS DE NAZARIO

Si el narcocorrido idealiza a los jefes del narco y su estilo de vida en algo que sus críticos consideran de clasificación C, el “movimiento alterado” podría llevar las XXX. Uno de sus rasgos predominantes es la apoteosis de la violencia mediante su descripción explícita y presentada como un ideal de la hombría. Otro es la idolatría de los capos.

Algunas bandas son El Torón de Apatzingán, Los de la A –en referencia a la inicial de Apatzingán, capital de Los Templarios, cuna de Nazario y quizá en oposición de Los Zetas, sus acérrimos enemigos– y Reyes de Alto Mando.

Los grupos musicales que cantan a los Caballeros Templarios integran y amplifican sus otros aspectos propagandísticos: la revaluación del pobre, la perfidia del rico que así nace –la riqueza sólo es válida si se construye “desde abajo” –, la santidad y jefatura sobrenatural de Nazario.

Los autores no dudan en comparar directamente al Más Loco con El Che Guevara. Justifican una y otra vez sus razones para el rencor social y representan al miembro de la organización como un muchacho emergido de la pobreza y la “humillación” –el derecho a la dignificación es un combustible siempre presente– que crece hasta ser, ya sin salvación, un “adicto” a la sangre, un hombre urgido “de arrancar almas”. Otro elemento temático recurrente es el de las armas: nada está completo en la vida si no se habla de los cuernos de chivo, los lanzagranadas y las Barret .50.

Los realizadores de los videos, cada vez más elaborados, cuelgan en YouTube imágenes de los escudos del cártel michoacano: Nazario al lado de Jesús y el mapa del estado junto a una esvástica igual a la utilizada por los nazis.

Los Templarios, además de empresarios, son políticos autoritarios. El culto a la personalidad es constante y en la liturgia criminal no sólo cabe Nazario. La sabiduría e inteligencia de Servando Martínez, La Tuta, o El Profe son proverbiales, la gallardía de Enrique, Quique, Plancarte es inigualable, el valor en combate del Chucky o El Tucán es digno de una gesta.

Reyes de Alto Mando es una de las bandas más explícitas respecto a uno de los primeros capitales de un grupo del crimen organizado: la violencia. Sus letras dicen mucho de lo que hay en el interior de un caballero templario de Michoacán.

EL EVANGELIO SEGÚN SAN NARCOS

A fines de los 80 o principios de los 90 Nazario Moreno tuvo residencia en el norte de California. Algunas referencias apuntan a que desarrolló una adicción a las drogas y que en su recuperación tuvo contacto con el ministerio religioso de John Eldredge, un pastor que compara a Cristo con un guerrero medieval y lo opone a las formas misericordiosas de la Madre Teresa de Calcuta.

Eldredge escribió un libro que se volvió de culto en el cártel michoacano llamado “Corazón valiente”. Otro manual obligado entre los narcotraficantes es un código de conducta que imita al elaborado por canon en la alta Edad Media para Los Templarios que pretendieron la recuperación de Jerusalén: se es “guerrero” por la voluntad de Cristo.

En la construcción más o menos intencional o espontánea del mito de Nazario Moreno el “movimiento alterado” también ha hecho aportaciones:

El Fantasma del Templario

Reyes de Alto Mando

(Recuerden que a un hombre de ideales ni la muerte lo detiene, ¡puro Michoacán!)

Con unas granadas pegadas al cuerpo

y un rifle colgado en el lado derecho,

con cuchillo en mano de acero templado

pa’ dejar su firma por donde ha pasado.

La gente asegura que aquel guerrillero

un día de la muerte será regresado

y resurgirá como el ave fénix

el caballero templario.



Se habla de un fantasma que se ha aparecido,

de un hombre valiente que un día fue abatido,

se ha manifestado de cuerpo presente

lo raro es que a él no le teme la gente.

Dicen que cabalga en su caballo negro,

no le han visto el rostro, pues, se desvanece

un hombre de ideales nada lo detiene,

invencible hasta la muerte.



Cuenta la leyenda, pa’ que estén sabidos,

que un día surgirá de entre los caídos

trayendo justicia y también castigo.

Escóndanse lacras ya están advertidos,

la Biblia en la mano pa’ sus caballeros,

pa’ sus enemigos las balas de un cuerno.

Hay un fantasma templario

que aún sigue cuidando a su pueblo.



Los que ya conocen esa profecía

esperan ansiosos que llegue ese día,

cumplen con el código y los mandamientos

que firmaron con sangre en aquel juramento:

proteger con su vida al pobre y al enfermo;

con gusto hacen frente a este falso gobierno

que siempre censura sus atrocidades

y abusos al pueblo.



Por eso el fantasma ya se ha aparecido

cuentan que un día de estos será revivido.

Se escucha el tropel, viene en su caballo,

dicen que en su espada va a cobrar pecados

su ejército entero ya está preparado

y porque en sus mentes no existe el pasado.

Son hombres valientes que no tienen miedo

son Caballeros Templarios.

(Y tengan cuidado lacras, que se les viene apareciendo, ¡ánimo templarios!)

La imagen de Nazario a caballo no es una mera composición. En la Tierra Caliente aseguran que el líder de los narcotraficantes se dejaba ver vestido de blanco en un caballo del mismo color, lo que favorecía la imagen idealizada del capo, aunque esto reforzaría una hipótesis sostenida recientemente por el gobierno mexicano: El Chayo está demasiado loco para dirigir un cártel.



En Holanda, municipio de Michoacán, alguien se ocupó de colocar una cruz que dice el nombre de Nazario luego de su anterior muerte, cuando la DEA y las autoridades mexicanas festejaron, a fines de 2010, la muerte del líder de la entonces Familia Michoacana durante un enfrentamiento en que habrían participado efectivos norteamericanos.

La pifia ocurrió por una filtración hecha por los narcos a través de las bandas de radio de agentes y militares respecto a la muerte de Nazario, momento que inicia la transformación de La Familia Michoacana en Los Caballeros Templarios de Michoacán.

Nazario se levantó y anduvo. Se hizo llamar Ernesto Morelos Villa, nombre compuesto del guerrillero Ernesto Che Guevara, el insurgente José María Morelos y Pavón y el revolucionario Francisco Villa.

Su primera cruz, según publicitan sus lugartenientes cantores, se convirtió en destino de ofrenda y peregrinación.



San Nazario, el hombre reconocido como tal por la Iglesia Católica, habría sido [hasta para este Nazario las condiciones de su muerte son controversiales] un mártir durante el cristianismo primitivo, aunque su existencia histórica está en duda por la mera presunción del hallazgo de sus huesos en Roma.

De Nazario, el capo, de se tiene por benéfica una oración:

¡Oh, Señor todo poderoso!,

líbrame de todo pecado,

dame protección bendita

a través de San Nazario.



Protector de los más pobres,

caballero de los pueblos,

San Nazario danos vida.

¡Oh, bendito santo eterno!



Luz bendita de la noche,

defensor de los enfermos,

San Nazario, Santo nuestro,

siempre en ti yo me encomiendo.



Gloria a Dios Padre.

Te dedico mi rosario,

danos salud y más trabajo,

abundancia en nuestras manos,

que nuestro pueblo esté bendito

yo te pido San Nazario.


Nadie es declarado santo en vida. Y, cuando se compuso ese rezo, Nazario había resucitado sin haber muerto.

Tal vez ahora sí lo esté. Un nuevo gobierno federal asegura, esta vez con autopsia de cuerpo presente, que Nazario Moreno González ha muerto.

Un dia 9 de marzo de 2014, día en que ocurrió la supuesta segunda muerte del Chayo, pero.......

Quién sabe. Nunca nada es del todo claro cuando se trata del Más Loco.

Éste es un capítulo del mítico libro escrito por Nazario Moreno González "El Chayo", quien fuera fundador y máximo líder de La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, y cuya publicación y distribución está actualmente prohibida por el ejército mexicano.


CAPITULO1









Nazario Moreno González

EN MI MENTE INCULTA E INFANTIL BULLÍA LA IDEA DE SER COMO KALIMÁN PARA HACER EL BIEN A LA HUMANIDAD

Capítulo 3

      La ranchería en donde nací, crecí y siempre vuelvo, se llama Guanajuatillo, del municipio de Apatzingán, Michoacán. Soy como un árbol con raíces profundas que lo tienen sujetado al suelo en donde por azares del destino nació y de dónde nunca puede irse.

      Mi familia, como muchas de aquellos tiempos, era numerosa. Éramos 12 hermanos entre hombres y mujeres. Como dicen en plan de broma, "no había televisión".

      Mi madre, en su afán de hacer de nosotros sus hijos, gente de bien, no atinó más que a corregirnos a base de férrea disciplina, haciéndonos desdichados en nuestra niñez; pues fue tanta su severidad que le temíamos, al grado que le pusimos por sobrenombre La Pegalona. Sufrimos su energía todos los hijos por igual, hombres y mujeres. Ella no se daba cuenta, por lo menos en mi caso, que al aplicarme su dura disciplina existía una contradicción, pues me pegaba por peleonero, pero al mismo tiempo me amenazaba con castigarme si me dejaba de otros muchachos. Yo no sabía qué hacer. Mi forma de ser era confusa y zigzagueante. A veces actuaba de una manera, a veces de otra. No sabía a qué atenerme.

      Insisto en poner en relieve la vida de mi niñez dentro de mi familia, porque creo que esa situación fue el cimiento de mi forma de actuar en el futuro. Trabajo y cintarazos era lo rutinario. ¿Qué se podía esperar de un niño tratado de esa manera?

      Nunca fui a una escuela, por la sencilla razón de que la que había en mi rancho nunca tenía profesor, como sucedía en muchas del medio rural. Crecí prácticamente salvaje. A leer y escribir aprendí yo solo cuando tenía más de diez años por pura curiosidad para leer las revistas de Kalimán y otras de moda.

      En una ocasión, en que se habían agudizado las carencias, tenía yo unos ocho años, me quise comer un huevo de gallina, pero antes de hacerle un agujerito a la cáscara del huevo para succionarlo, fui descubierto por mi hermana mayor, Lupita, que impidió que yo llevara a cabo mi intención. Me dio tanto coraje, pues yo pensaba en mi mente infantil que con el huevo me iba a poner bien fuerte para poder pelear más bien, que opté por sacarles un susto; para el efecto me metí al chapil o troje donde se guardaba el maíz que la familia consumía durante el año, hasta que las nuevas cosechas que volvía a llenarse.

      Total, que me metí entre las mazorcas de maíz y ahí permanecí desde aproximadamente la una de la tarde hasta las doce de la noche. Desde mi escondite escuchaba los gritos de mis hermanos llamándome, pero yo no contestaba. Pasó el tiempo y creció la alarma. Mis hermanas y hermanos con el pendiente reflejado en sus gritos, me buscaron, primero por el monte cerca de la casa y después en parcelas alejadas. Como no me encontraban entraron en pánico y pidieron ayuda a los vecinos, mismos que se unieron a la búsqueda hasta ya entrada la noche. Yo sentía que estaba castigando a mi hermana Lupita, pero el castigado fui yo, pues como a las doce de la noche que salí de mi agujero, y se dieron cuenta de que me había escondido a propósito, mis hermanos mayores, asustados e indignados, me pusieron una chinga que se me figuró más de 200 azotes, para que no volviera a andar haciéndome pendejo. Y efectivamente, no volví a hacer ese tipo de travesuras o si se quiere decir más correctamente, de pendejadas.

      En aquella época, en la ranchería no había electricidad, mucho menos televisión, por lo que solamente funcionaba un viejo y destartalado radiecito de pilas que se oía todo ronco, pero mi hermano mayor Canchola y yo no nos perdíamos la serie de radionovelas Kalimán y Porfirio Cadenas, pensando que todo lo que decían era cierto, haciendo hondo impacto en mi conciencia ya que siempre tuve una marcada inclinación al idealismo, dándole rienda suelta a mi imaginación.

      Eran famosas las palabras de Kalimán de que lo más poderoso era "la paciencia y la mente humana", y para el efecto, yo practicaba con los animales. Cuando se me acercaba una gallina, me le quedaba viendo fijamente y le ordenaba mentalmente: "Pon un huevo". Claro que la gallina no me hacía caso, pero yo lo atribuía a mi falta de práctica y seguía con mis experimentos con otros animales. El único que me hacía caso, o era tal inteligente que me seguía la corriente, era mi burro; me le acercaba a unos tres o cuatro metros y le ordenaba mentalmente que se me acercara y de inmediato me obedecía por la fuerza de mi mente o por interés. Lo que sí pude comprobar, en repetidas ocasiones, es que por más poderosa que sea la mente, los puercos son más rebeldes y desobedientes, al grado que llegué a convencerme que ni al mismísimo Kalimán en persona le harían caso. Ésa fue la razón de que en lugar de ordenarles algo con la mente, los hacía obedecer a mentadas de madre y varazos. Según mis experimentos, saqué por conclusión que los que más se sugestionaban con mi mente eran los perros, las vacas, los caballos y algo, muy poquito, los chivos. Esos eran mis pasatiempos infantiles en mi rancho, y creía yo, era la forma de superarme para llegar a ser como Kalimán y poder hacer el bien a la humanidad.

      De todas maneras, he de decir que no sé si por esos experimentos infantiles, o por algo natural, ahora de grande siento tener algo extraño en mí mismo que me hace comprender algunas cosas en los animales. En ciertas ocasiones me adelanto a lo que van a hacer, o mejor dicho, de antemano sé qué es lo que van a hacer en los siguientes segundos. No me explico ese fenómenos, pero así es...

      Igualmente, influyeron poderosamente en nuestra ingenuidad los actos valerosos y humanitarios que realizaba el personaje de la radionovela Porfirio Cadenas, héroe de mil enfrentamientos y justiciero por vocación, que desafiaba y castigaba a los poderosos que abusaban del pueblo, quitándoles riqueza para repartirla entre los pobres. Esos actos, que consideraba heroicos, eran los que yo quería imitar cuando estuviera grande.

      Ahí nació en nuestras pequeñas e incultas mentes infantiles la idea de que algún día nosotros seríamos héroes como los personajes del radio. Yo y mi hermano soñábamos en ser grandes personajes y ayudar, defender y buscar el bien del pueblo, especialmente haciendo justicia a los pobres, castigando a los enemigos de la humanidad.

      Para irnos entrenando jugábamos luchas, hacíamos ejercicio y jugábamos a las guerritas. Cada uno de nosotros cortábamos de algún árbol una rama de donde pudiéramos hacer una tosca imitación de una pistola o un rifle, y por ahí andábamos con nuestra grita y haciendo con la boca como si estuviéramos tirando balazos. Nos escondíamos en la maleza o en las rocas y tratábamos de sorprendernos uno al otro, y cuando alguien lograba disparar antes, el otro caía redondito al suelo haciéndose el muerto, pero todavía así tirando balazos. Cuando él me alegaba que me había matado antes, yo le replicaba que solamente me había herido y que todavía tenía alientos para "hacer mi deber". Yo salía ganando porque no me podía demostrar lo contrario. Pero también él me jugaba chueco, pues cuando yo veía clarito que le había dado un balazo en medio pecho, él decía que solamente había sido un rozón. Así, empatábamos la alegata y cada uno se retiraba a esconderse de nuevo; él cojeando y yo dando traspiés, como si de veras estuviéramos heridos.

      Mi hermano Canchola, en realidad era mi medio hermano y su verdadero nombre era Arnoldo Mancilla González. Me llevaba siete años, aunque esta diferencia de edades no impedía que simpatizáramos con las mismas cosas y congeniáramos tan bien que nos protegíamos mutuamente cuando hacíamos alguna maldad infantil. Especialmente de mi madre, que con su mirada penetrante e inquisidora, siempre estaba vigilando, buscando el mínimo motivo para darnos un buen escarmiento, según decía.

      Éramos complices en todo y compañeros de aventuras e ilusiones. Como el trato con mi padre era casi nulo, adopté a mi hermano como figura paterna, y cada uno tomamos nuestro rol tan bien, que como dicen los labradores de la tierra "no rosábamos la coyunda".

      Soñábamos despiertos imaginando que cuando creciéramos íbamos a ser hombres exitosos, con dinero suficiente para sacar de la situación deprimente en que estaba la familia. Especialmente nos preocupaba la suerte que correrían las hermanas, que a pesar de ser bonitas y de buenos sentimientos, en ese lugar no había ningún futuro beneficioso para ellas.

      Cerca había una ranchería grande llamada El Rufino, en donde se congregaba la gente de los alrededores durante los festejos de la navidad, pues ahí se organizaba una kermés y un baile amenizado con un desabrido tocadiscos. Vivía ahí una familia muy respetada, porque tenían dinero y casi todos andaban con sus pistolas fajadas en la cintura, apellidados Juárez Chiprés. Uno de ellos, un poco mayor que yo, quiso pasarse de bravo y me la quiso hacer de valiente. A éste le apodaban El Tillín. Nos quiso correr dizque porque no éramos de ahí y le salí respondón, pues le dije que la calle ni la fiesta eran de su propiedad. Esa contestación la tomó como agravio y azuzado por sus amigos se me abalanzó con la intención de darme una lección, "para que aprendas a respetarme, pinche indio de la sierra". Yo alcancé a contestarle, "pues éntrale, pinche dientón". Como haya sido, nos liamos en una pelea tan violenta y feroz que pronto los dos empezamos a sangrar de boca y nariz. Al ver la sangrienta pelea la muchachada nos hizo rueda y durante más de diez minutos nos dimos golpes con furia y resentimiento. Yo tengo la ventaja de que cuando peleo ni los golpes siento, por lo que me dejo ir a lo loco. De pronto logré darle un tremendo puñetazo en la quijada, y cayó al suelo hecho un guiñapo. Yo también recibí lo mío, pues mi contrincante era buen y fuerte, pero pudo más mi habilidad, entrenamiento y ejercicio que practicaba con mi hermano que los atributos de mi enemigo. De ahí para adelante "santo remedio", ya nadie quería pelear conmigo, pues ya sabían a lo que le iban tirando.

      Desde ese tiempo tuve fama y respeto en las rancherías cercanas, pues decían que "estaba estudiando defensa personal por correspondencia" cuando yo no sabía ni leer. Pero a mí me convenía, pues me temían y no había nadie que me echara "brava". Así se forjó mi carácter, entre el trabajo, las hambres, los tablazos de mi madre, los golpes en los pleitos, mis sueños de progreso y mis amarguras de impotencia.

Fuente: El blog del narco
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