Un experimento le arruinó su vida


Después de 10 años, en el lado derecho de su cerebro Yolanda Guerrero conserva parte del dispositivo en fase experimental que le implantaron en el Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez.

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“Me punza esto, aquí, mucho, estoy cansada”, dice mientras se lleva la mano al lugar exacto donde tiene un tubo del tamaño de una pluma que nunca pudieron extraerle.

En 2004, Yolanda Guerrero, que padecía una hidrocefalia secundaria a una cisticercosis fue intervenida en el instituto. Le colocaron, asegura, sin su consentimiento, el sistema de derivación ventrículo peritoneal de flujo continuo desarrollado por el doctor Julio Sotelo.

Y ahí empezó la pesadilla: insoportables dolores de cabeza y la imposiblidad de dormir acostada.

Un año y medio más tarde fue imposible extraerlo porque se le encarnó. Ahora, en el lado izquierdo del cerebro tiene además una válvula que se encarga de regular la cantidad, dirección de flujo y la presión del líquido cefalorraquídeo.

De una vida activa en la que practicaba karate, hoy a sus 50 años, apenas puede caminar y habla lentamente. Las pocas veces que sale de su casa son sólo para ir al hospital.

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“Su vida ha cambiado bastante, ella ya no puede hacer nada, ella hacía deporte, caminaba, vendía su ropita, ahora no puede caminar sola, hay veces que se marea, y el dolor de cabeza no se le quita, es constante”, relata su esposo Juan Manuel Armenta, que está convencido de que el dispositivo es el responsable de sus malestares.

Desde el 2008 Armenta ha tocado las puertas de la PGR, Secretaría de Salud y Derechos Humanos en busca de respuestas sin obtenerlas.

500 pacientes del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía Manuel Velasco Suárez, con diagnóstico certero o presuncional de hidrocefalia, recibieron un implante quirúrgico intracerebral en fase experimental sin saberlo.


Fuente: Excelsior
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