La niña exhibía un comportamiento agresivo hacia sus padres, su hermano, hacia sus mascotas y otros animales, a los que torturaba clavándoles alfileres.
Estados Unidos.-El caso de la pequeña Beth Thomas escalofrió al mundo entero cuando en 1992 la cadena HBO emitió un documental sobre su vida de acuerdo al portal btchflcks.com.
La niña es el centro de la historia donde cuenta sin ningún tipo de remordimiento que desea ver muertos a sus padres y hermano.
Estos deseos son parte de un pasado perturbador donde su padre biológico abusó de ella. La madre de la pequeña murió cuando apenas esta tenía un año.
Meses después, los niños fueron encontrados en total estado de abandono, Beth, con una caja de cereal, que era su único alimento, y su hermano Jon con orina a su alrededor y con el pañal sucio.
El odio de Beth se extendió por dentro hasta el punto de generarle una psicopatía terrible en la que el sentimiento de culpa era inexistente. Para sobrevivir en aquella circunstancia, la pequeña fingía pedir perdón:«Cuando hago daño a otras personas me hago daño a mí misma».
A los 19 meses de nacida, Beth, y su hermano Jon, de 7 meses, son adoptados por una pareja de esposos que no pudieron tener hijos.
Cuando los padres adoptivos vieron los comportamientos extraños de Beth, como atacar a su hermano y a los animales, decidieron llevarla a un psicólogo. Ahí le diagnosticaron un caso grave de trastorno reactivo del apego, el mismo que se caracteriza por el desarrollo de formas perturbadas e inadecuadas de establecer relaciones, generalmente debido a una historia de maltrato.
Los padres adoptivos no sabían nada del pasado de su hija hasta que la pusieron en tratamiento, entonces supieron que Beth padecía trastorno reactivo del apego.
Además de la completa incapacidad de relacionarse con cualquier ser humano y una completa falta de empatía, características presentes en la psicopatía y sociopatía.
La niña exhibía un comportamiento agresivo y violento hacia ellos, pero también hacia las mascotas de la casa y otros animales, a los que torturaba clavándoles alfileres.
Sin embargo, el más afectado por la agresividad fuera de control de Beth era el pequeño Jonathan que, a menudo, aparecía lleno de moratones o se quejaba de dolores en el estómago y en la cabeza debido a los golpes que Beth le propinaba a menudo.
La conducta sexual de la niña también parecía fuera de control, siendo así mismo su hermano la principal víctima del mismo, ya que, de hecho, también llegó a abusar sexualmente de él en diversas ocasiones. Las agresiones de la pequeña llegaron a tal límite que los padres adoptivos se vieron obligados a encerrarla en su cuarto por la noche para evitar sus incursiones a la habitación de su hermano.
En 1989 se encomendaron a Connell Watkins, terapeuta de Colorado especialidad en este tipo de trastorno (R.A.D. en inglés) desarrollado en niños. En los dos años siguientes, Beth mostró mejoras considerables, aunque dudosas.
Beth Thomas fue puesta en un tratamiento muy rígido y lleno de reglas. Durante la noche era encerrada en una habitación para que no pudiera salir ni lastimar a los otros niños. Debía pedir permiso para todo, desde una ida al baño hasta para beber agua. Al paso del tiempo las restricciones fueron eliminándose y el comportamiento de Beth pareció mejorar.
El documental termina con la recuperación de Beth quien actualmente lleva una vida normal trabajando como enfermera.
Aunque en el documental se explica cómo dicha terapia ayudó a Beth a controlar su agresividad y, de hecho, a mejorar hasta el punto de convertirse en una mujer capaz de adaptarse y vivir en sociedad - Beth es enfermera titulada y una gran defensora de la terapia del apego, algunos psicoterapeutas como José Luis Cano sugieren que, realmente, Beth sólo aprendió a "fingir"; a manipular sus sentimientos de ira, desactivándolos de manera que le permitan funcionar como una más en sociedad y que no se le puede considerar curada ya que nadie trató la raiz del problema, es decir, el dolor y odio de la niña, sino sólo sus consecuencias.
A pesar de que Beth parece ahora integrada en la sociedad y no revela signos de violencia o agresividad, parece imposible no preguntarse si es seguro decir que "está curada" simplemente porque su dolor no tiene consecuencias para los demás. La triste y terrible historia no sólo de Beth, sino de todos estos niños, demuestra las terribles consecuencias del abuso infantil en sus dos extremos.
Fuente: El debate
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