"Mi vida en la cárcel era mejor" al salir todas las puertas se le cierran cuando busca trabajo


José vive con el estigma de haber estado preso

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Los Mochis ,Sinaloa.- Pies descalzos y lodosos hasta la rodilla, tez morena chamuscada por el sol y mirada perdida. Así llega José todos los días a su hogar: un cuarto de material que su madre gestionó ante el gobierno hace un par de años, y una cocina de madera, lámina y cartón.

Es un joven de 32 años que diariamente se introduce al mar a escarbar con sus propias manos el terreno pantanoso donde crecen los mangles y de donde saca alrededor de 200 patas de mula diariamente.

“Ser patero es mi destino, para mí no hay otro trabajo; con eso ayudo a mi madre con lo que puedo y con eso también trato de hacer mi vida”.

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TESTIMONIO

Sentado, vestido con su mejor cambio de ropa, José recuerda el caminar por las calles de terracería de una comunidad ejidal de la que se ausentó por tres años. Eso lo marcó no sólo ante sus vecinos o familia, lleva bien colgada la etiqueta de haber estado preso y eso le cierra todas las puertas de posibles empleos.

Es muy conocido entre los vecinos, apenas estudió la primaria y su origen es meramente indígena. Trabaja todo el año para comprar en Semana Santa el ajuar completo de judío, el cual porta orgulloso y cumple con la tradición familiar que le fue inculcado por sus padres.

Una noche de marzo de 2011 José dormía junto a un terreno agrícola, “su patrón” le había encargado que cuidara toda el área porque había “coyotes” robando las cosechas. Lo que él no sabía es que en esa parcela se ubicaba también una ordeña petrolera y realmente le pagaban para cuidar que nadie se acercara ahí. Sorpresivamente llegó un convoy de militares y lo apresaron en el sitio. El proceso fue corto y llegó al área federal del Centro de Ejecución de las Consecuencias Jurídicas del Delito del municipio de Ahome, donde fue condenado a 3 años y medio.


EXPERIENCIA LABORAL 

Aprendió el oficio de talabartería y trabajó en la cocina y tortillería del Cecjude. Al interior del penal también estudió algunas materias de la secundaria, lo que pensó que le daría madera para defenderse cuando recuperara su libertad.

Su familia recibió asesoría jurídica por parte de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas y con ello y su buena conducta purgó tres años de su condena, a la cual le recortaron apenas seis meses.

“Yo le decía a mi amá que no quería salir porque ahí comía bien y trabajaba, pero era de broma… ahora sí lo diría de verdad. Adentro al menos tenía trabajo, aquí afuera nadie me da chamba, todos me cierran las puertas. Para los que estuvimos entambados no hay trabajo en ningún lado”, agregó.

José obtiene como ingreso el salario mínimo y trabaja más de 10 horas al día, pero no pierde la esperanza de juntar un dinerito y poner en práctica lo aprendido en el penal, aunque no descarta la posibilidad de encontrar un empleo formal y poder afiliarse al IMSS.

Fuente: El debate
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