Cárcel a Manuel Rodolfo Trillo por financiarle la fuga a 'El Chapo Guzmán'


Manuel Rodolfo Trillo Hernández fue encarcelado en el penal del Altiplano y es acusado de financiar la construcción del túnel por el que se fugó el Chapo Guzmán

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México.- La Procuraduría General de la República (PGR) cumplimentó una orden de aprehensión en contra una persona por su probable comisión en el delito de Operaciones con Recursos de Procedencia Ilícita, en la modalidad de adquisición de bienes muebles previsto y sancionado por el artículo 400 Bis del Código Penal Federal.

Según investigaciones ministeriales, al imputado se le vincula como operador financiero de un grupo delictivo que opera en el norte del país, asimismo se presume que fue quien financió la evasión de Joaquín “El Chapo” Guzmán, el pasado 11 de julio.

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Se trata de Manuel Rodolfo Trillo Hernández fue encarcelado en el penal del Altiplano y es acusado de financiar la construcción del túnel por el que se fugó el Chapo Guzmán y de operaciones con recursos de procedencia ilícita.

El empresario, quien era dueño de varias franquicias de cafeterías y restaurantes, es hermano de Miguel Ángel Trillo Hernández, quien a su vez fue señalado de ser piloto y un operador logístico de “El Chapo” en su fuga del Penal de Occidente, Jalisco, en enero de 2001.

Además se le acusa que de 2012 a 2015 adquirió bienes muebles utilizando identidades falsas y empresas pantalla; con conocimiento de que los recursos con los que los adquirió provenían de ganancias derivadas de la comisión de delitos Contra la Salud.

El imputado fue internado en el Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) número 1 Altiplano.

Serie de columnas de Carlos Loret de Mola donde se mencionan supuestos nombres investigados por la fuga de El Chapo

PARTE 1

La investigación ha permanecido en secreto. La encabeza el Cisen, con la participación de la PGR, la Marina y el Ejército. La supervisa el secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong. 

El sigilo que se requiere para que la operación de recaptura de Joaquín “El Chapo” Guzmán sea exitosa ha llevado al gobierno federal a no decir una palabra, a resistir las críticas de que no hay avances en la indagatoria sobre la fuga. 

Sin embargo, el ministerio público federal ha recibido ya una línea de tiempo sobre qué sucedió con el líder del cártel de Sinaloa a partir de esa noche. Esto ha derivado en el arraigo de una decena de presuntos cómplices, más de cien propiedades incautadas (muchas de ellas en el DF) y cuentas bancarias congeladas a aproximadamente 35 personas y empresas. 

Según la investigación a la que tuve acceso, este es el derrotero de “El Chapo” Guzmán:
Al salir del túnel en el predio a kilómetro y medio del penal del Altiplano, abordó una camioneta que lo llevó por carretera hasta San Juan del Río, Querétaro, custodiado por un par de vehículos más.

En una pista clandestina de San Juan del Río lo estaban esperando dos avionetas. Una abordaría él y la otra serviría como distractor por si lo seguían las autoridades. Su piloto de confianza de toda la vida llevaba una, la que “El Chapo” abordó, y él se encargó de contratar a quien comandó el vuelo de la otra: Romano Lanciani Llanes, un piloto quien estuvo varios días incomunicado dentro de un hotel de la localidad, a quien le ofrecieron 20 mil dólares por el trabajo y terminaron pagándole la mitad.
El piloto de confianza de “El Chapo”, quien lleva un apodo que suena japonés derivado de su apellido y a quien la agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA) llevaba años buscando, fue capturado y está arraigado. El otro piloto, Lanciani, fue consignado y a él se refirió la procuradora Arely Gómez en su comparecencia ante el Congreso.

La aeronave de Lanciani sufrió una avería pero la que llevaba al capo más buscado aterrizó sin contratiempos en la zona del Triángulo Dorado, donde se tocan Durango, Sinaloa y Chihuahua. Ahí, las labores de inteligencia detectaron y empezaron a inhabilitar un centenar de pistas clandestinas.
Cuando las autoridades detuvieron a los dos pilotos, lograron hacerse de los planes de vuelo digitales de la aeronave al servicio del capo: detectaron varios traslados entre el Triángulo Dorado y otros puntos del país que —luego supieron— fueron para llevar ropa, víveres y cosas que pedía el líder del cártel de Sinaloa.


Con esta información a la mano, se echaron a andar los operativos de las fuerzas armadas de élite en la región. 

Según información que me revelaron fuentes de primer nivel, a “El Chapo” Guzmán lograron verlo en una motocicleta de lujo y en un Ferrari, arropado por la población local, que le tiene cariño y agradecimiento. 

Otras fuentes confiables me aseguran que elementos de la Marina tuvieron contacto visual con él en Cosalá, Sinaloa, el viernes 9 de octubre. Estaba acompañado de una niña que terminó disuadiendo el uso de armamento más poderoso. En la huida, agregan, cayó estrepitosamente a un barranco, se lastimó la cara y posiblemente se fracturó una pierna porque lo tuvieron que cargar sus guaruras. Todos desaparecieron a pie por la sierra.

PARTE 2

Ayer en estas Historias de Reportero, bajo el título “El Chapo: qué pasó después del túnel”, usted leyó que, según la indagatoria oficial, después de recorrer el kilómetro y medio de túnel desde la celda 20 del penal del Altiplano hasta el terreno aledaño donde desembocaba, Joaquín Guzmán Loera, el criminal más buscado de México, fue trasladado por un convoy de camionetas hasta San Juan del Río, Querétaro, donde lo esperaban dos avionetas que lo volaron a su zona de seguridad: el Triángulo Dorado donde se tocan Sinaloa, Durango y Chihuahua.

Las avionetas han sido históricamente el medio de transporte predilecto del líder del Cártel de Sinaloa. Son perfectas para trasladarse con velocidad, lejos del alcance de las autoridades, entre las zonas urbanas y una sierra, la del Triángulo Dorado, que la organización criminal ha poblado de pistas clandestinas. 

De acuerdo con algunos de los encargados de perseguirlo, muchas veces estas pistas no se detectan en los sobrevuelos de las autoridades: son terrenos medio planos que pasan por baldíos, espacios meramente deshierbados y las mejores, que son las menos, son canchas de futbol o explanadas. 

La pericia de los pilotos es clave. Por eso Joaquín Guzmán Loera tenía un piloto de confianza: Héctor Ramón Takashima Valenzuela. Los investigadores federales han descubierto que es un piloto con habilidades extraordinarias. 

La investigación encabezada por el Cisen revela que la noche de la fuga, “El Cachimba”, como le dicen parodiando su apellido, apalabró con una pareja de empresarios que le rentaran su aeropista deportiva en San Juan del Río. Pero les pidió extrema discreción. Les dijo que su jefe era un poderoso hombre de negocios a quien le gustaba la discreción. Entonces no querían a nadie más en la pista. A cambio de estos servicios exclusivos, ofrecieron 150 mil dólares. 

De sorpresa, la noche de la fuga, avisaron de urgencia que iban a despegar. Según los testimonios recogidos por el Ministerio Público, no se prendieron las luces de la pista, tampoco las de las dos avionetas. 

Una llevaba al “Chapo”. La otra era un señuelo. La de  “El Chapo” bajó en el Triángulo Dorado. La segunda, que comandaba el piloto Romano Lanciani Llanes, aterrizó en Culiacán y se salió de la pista en la maniobra. Para reparar las averías que sufrió, “El Cachimba”, como jefe de la operación aérea de la fuga, llamó a un mecánico de todas sus confianzas: su hermano, Julio César Takashima Valenzuela, apodado “El Gordo”. 

Con herramientas tecnológicas empleadas por las autoridades mexicanas, los dos pilotos y el mecánico fueron detenidos. 

PARTE 3

Se llama Botas. Es un changuito que Joaquín Guzmán Loera regaló a sus dos hijas más pequeñas, las gemelitas. Lo bautizaron como al mono que acompaña a Dora la Exploradora en las caricaturas infantiles. Según la investigación oficial, fue pieza clave para dar con el paradero de “El Chapo” tras su fuga del Altiplano. 

Cuando estaba recluido Guzmán Loera se reunió por horas con su abogado. Muchas de sus conversaciones han resultado inaudibles o indescifrables.

Esta es la historia que se extrae de la investigación oficial, encabezada por el Cisen, coordinada desde Gobernación, y respaldada por la PGR, la Marina y el Ejército: 

Cuando el capo fue capturado, su esposa Emma Coronel, sus hijas y la mascota se fueron a vivir cerca del penal del Altiplano, para aprovechar más las visitas al centro penitenciario. 

Unos días antes del 11 de julio, sabiendo que Joaquín Guzmán Loera se fugaría, Emma Coronel y las niñas también cambiaron de domicilio. Se mudaron a Sinaloa y dejaron atrás a Botas. 

La familia completa se reencontró poco después en el Triángulo Dorado, en la comunidad de Bastantitas de Abajo, municipio de Tamazula, Durango. Los empleados del cártel habían construido ahí un complejo de cabañas de madera. La de él, la menos austera, con televisión, baño, drenaje y agua caliente. La de sus guaruras, apenas para la supervivencia. Héctor Ramón Takashima alias “El Cachimba”, piloto de confianza del narcotraficante, lo llevó en avioneta primero a él y luego a su familia. 
Durante su estancia, de acuerdo con la información a la que tuve acceso, las hijas pidieron a papá que rescatara a Botas. “El Chapo” encargó a sus cercanos la misión de traerlo por aire. 

Los encargados de la indagatoria detectaron entonces una serie de intentos por conseguir los permisos sanitarios para que el chango volara a Culiacán: en Semarnat, en veterinarias, en Aeroméxico. Pero nadie les firmó los papeles, así que no les quedó más que trasladarlo en carretera y un buen día, me confían fuentes involucradas, los investigadores descubrieron a Botas en Sinaloa, a bordo de un Mustang rojo de súper lujo. Sabían que la mascota los podía llevar hasta su objetivo. Fue pista contundente para luego lanzar las operaciones de la Marina en la sierra. 

El Mustang era de Édgar Coronel Aispuro, veinteañero, cuñado del capo, hermano predilecto de Emma, quien entró al túnel la noche de la fuga y salió con “El Chapo”, abordó con él un vehículo y luego una avioneta. 

Para los investigadores, Édgar fue el representante de los intereses familiares en la operación de evasión de reo. Pero mucho más relevante fue el papel que jugó otro hombre: 

El licenciado Óscar Manuel Gómez, jefe del cuerpo de abogados que defiende al líder del Cártel de Sinaloa y a sus secuaces, es considerado el principal coordinador del escape de “El Chapo”. Fue detenido ayer, al salir del Altiplano, donde representa a otros internos, con ocho teléfonos celulares que están siendo analizados por los expertos de cibernética. 

Cuando estaba recluido Guzmán Loera se reunió por horas con su abogado. Aunque estas audiencias son grabadas, fuentes involucradas me revelan que muchas de sus conversaciones han resultado inaudibles o indescifrables. Incluso en ocasiones el narcotraficante escribía las instrucciones en la mesa del locutorio para que no las captara la cámara pero las registrara el licenciado Gómez. 

Tras el escape, las labores de seguimiento de los investigadores federales detectaron que este abogado, así como integrantes del primer círculo de Guzmán Loera, conversaban recurrentemente sobre “la trilladora” y el túnel. 

Dedujeron de bote pronto que se trataba de alguna maquinaria de construcción empleada para construir el pasadizo. Pero no. Después supieron que La Trilladora es el apodo de un empresario poblano: Manuel Rodolfo Trillo Hernández, acusado de ser quien financió la fuga, a petición de “El Chapo” y por intermediación del abogado. 

Propietario de restaurantes, casas de cambio, vinculado con la famosa cadena de cafeterías The Italian Coffee Company, añejo amigo de “El Chapo” (aparentemente fue su piloto en alguna época y era dueño de una aeropista en Atlixco), Trillo Hernández usaba tres identidades falsas. Con ellas pudo tener una cara socialmente aceptada y otra en el bajo mundo. 

El abogado, de acuerdo con la indagatoria, contactó a otro hombre mucho más relevante, que era de los más deseados por la DEA: Lázaro Araujo Burgos, el verdadero “Señor de los Túneles”, la mente maestra detrás de todas las construcciones del Cártel de Sinaloa, señalado de ser el ingeniero de un sinfín de subterráneos fronterizos usados para pasar droga de México a Estados Unidos. 

A su vez, Lázaro Araujo tocó la puerta de Rigoberto Martínez Dávalos para cobrarle, a nombre de “El Chapo”, un viejo favor: Guzmán Loera lo ayudó a salir de la cárcel en la década de los 90 y ahora debía pagar: le encomendaron comprar a Calixto Estrada Carrillo el terreno en donde desembocaba el túnel. Presuntamente ambos aceptaron hacer una maniobra financiera ilegal para el traspaso de la propiedad. 

Lo demás fue trabajar bajo la tierra de mayo a julio. 

Trillo puso el dinero, Lázaro a los albañiles, Rigoberto consiguió el terreno, Calixto lo vendió, Édgar entró por “El Chapo” al penal, Cachimba lo voló, el piloto Lanciani sirvió de distractor y el abogado Gómez los articuló a todos. 

Fuente: El debate
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