Si pudiera retroceder el tiempo, lo haría sin dudarlo. Lo que más anhela es la libertad, el perdón de la familia, volver a pasear por las calles, comer una hamburguesa, cosas cotidianas…
Su realidad es otra: pasa sus días en una cárcel de Chihuahua, México. Ahí comparte celda con otros 7 reclusos, un violador y seis homicidas, como él. Antonio Villanueva mató a golpes en la cabeza a José Alejandro Díaz Camacho.
Lo hizo sin pensarlo. Un día lo vio en la calle, Antonio iba con unos amigos en el coche y se bajó con un bate de béisbol. Lo golpeó en el cráneo hasta dejarlo con múltiples fracturas, otro amigo le dio patadas en el resto del cuerpo. Al ver que ya no se movía, volvieron a subir al vehículo y se alejaron del lugar.
“Pensé que no iba a pasar nada, nunca imaginé que se fuera a morir, sólo quería golpearlo y meterle un susto. Al día siguiente mi amigo y yo nos sorprendimos al saber que estaba en estado de coma y huimos a Chihuahua”
-Antonio Villanueva-
A sus 25 años podría enfrentar una condena de 60. Ya lleva 4 cumplidos pero todavía no recibe su sentencia definitiva. La historia pasada de Antonio y José Alejandro era conflictiva. Se peleaban por una chica. Antonio cuenta que su bully lo buscaba, le hacía pasar malos ratos y era ofensivo constantemente. Estando con sus amigos, cada vez que pasaba cerca decía: “Mira ahí viene este culo”. Hasta que sucedió la tragedia.
“Yo era una flama que quería estar en todos lados, me quería comer al mundo y de repente me agarran y me dicen: ‘Vístete de gris’. Eso me apagó. La resignación nunca llega. Siempre queremos salir. Estamos esperando ese día. Nunca contamos un día más, contamos un día menos”.
-Antonio Villanueva-
Antonio cuenta que se jodió la vida sin proponérselo. Está arrepentido y ha intentado contactar a la familia de José Alejandro para pedirles perdón; ellos no quieren escucharlo. Él los entiende, sabe que esperan que él se pudra en prisión y está bien, les quitó para siempre a su hijo. El Jandys, como le decían a José, fue llevado con el cráneo fracturado a una clínica donde permaneció 28 días en terapia intensiva. Finalmente murió el 18 de enero del 2010.
Luego de su fuga, Antonio trabajó de cajero, había logrado burlar a las autoridades y estudiaba para ser químico bacteriólogo y parasitólogo. Un día lo llamaron de la gerencia y cuando llegó a la oficina vio a una persona con una carpeta que llevaba su foto. Supo que era el fin de la libertad. No se resistió, tenía asumido que el momento iba a llegar tarde o temprano. Lo que más les cuesta es aceptar que quizás nunca pueda volver a llevar una vida normal.
“Extraño caminar, a mis amigos, mi familia, estar con ellos, reírme. Ya no me río igual. Hace unas noches lloré mucho porque no sé qué va a pasar. Trato de pensar positivamente”.
-Antonio Villanueva-
Después de todo lo que ha pasado, Antonio lamenta no haber actuado de otra forma cuando tuvo la oportunidad. Piensa que hubiera sido más cuerdo haberle preguntado por qué le daba tanto la lata, que cuál era su problema. No lo golpes. Ahora pasa el tiempo sumergido en la lectura de libros de estudio y de la Biblia. También da charlas en escuelas contando su experiencia a los niños. Eso le sirve para liberarse. Sabe que no puede retroceder el tiempo, esos 28 minutos de la paliza le arruinaron la vida. Tiene esperanza de recuperarla, algún día, ojalá pronto.
¿Qué piensas de su testimonio?
Fuente: Upsocl
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