En sus diarios, escritos desde el penal, el narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo uno de los mas grandes narcotraficantes que haya tenido México y tío de la celebre "Reina del Pacifico" Sandra Avila quien ahora se encuentra libre, cuenta su relación con policías y funcionarios asi como la traición a manos de un comandante y la historia de pan y circo que se acostumbro en el sexenio de Salinas de Gortari y su vida en la cárcel en la crónica de un capo de los grandes.
En el año de 1997, el disco el Jefe de jefes de los Tigres del Norte se convirtió en uno de los diez más vendidos en español, por encima de los boleros de Luis Miguel. La canción que da nombre al disco narra la historia de un hombre conocido y respetado, que lo mismo navega debajo del agua que vuela en las alturas. Muchos han querido tomar su lugar, pero han muerto en el intento. La gente se acerca a pedirle favores, y se acoge a su sombra y grandeza.
El corrido expresaba la importancia que había tomado en la cultura popular la figura del capo de las drogas, luego de intensos años de lucha entre los policías y el crimen organizado, así como entre bandas de narcotraficantes por el control del territorio. Tras el lanzamiento del disco, una tienda de armas de California puso a la venta 200 revólveres calibre .30, a 2 000 dólares cada uno, con el gatillo y el martillo de acero inoxidable, los tornillos de oro y la frase “El Jefe de jefes” unida al grabado de un caballo bronco y al escudo nacional de México. Si el mercado musical cambiaba, el de los armeros también: en lugar de las pistolas conmemorativas de Pancho Villa, ahora preferían vender las inspiradas en el “capo de la droga”.
Aunque no lo hacía explícito, la gente suponía que la canción estaba inspirada en Miguel Ángel Félix Gallardo, el líder que durante los años ochenta logró controlar bajo su mando el negocio de la droga en México: El Jefe de jefes (Más tarde, el ahora fallecido Arturo Beltrán Leyva adoptaría como mote el título de Félix Gallardo).. Cuando salió la canción, Félix Gallardo, que había sido apresado en 1989, purgaba su condena en la prisión de alta seguridad de Almoloya de Juárez, ahora llamada del Altiplano.
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Mediante una pagina web que se hizo dedicada a Miguel Angel Felix Gallardo y administrada por sus hijos fue como pude contactar con uno de sus hijos para saber mas sobre este capo.
Así fue como inicié correspondencia con uno de los 17 hijos de Félix Gallardo, un joven treintañero al que tampoco le gustan los corridos y al que la historia aparecida en periódicos europeos sobre el periplo del hijo de Bin Laden, buscando un país donde vivir, le pareció conmovedora, quizá porque algo de eso ha vivido él también. “No estudié leyes pero en algún momento quise hacerlo al igual que también algo de política, pero de haberlo hecho quizás no hubiera tenido éxito ya que la gente, cuando sabe de dónde vienes, le pone un “narco” a tu profesión. Por ejemplo narco-abogado, narco-político, etc. Así jamás te dejan trabajar. Los problemas de los padres a veces se heredan de cierta forma”, publicó el hijo de Félix Gallardo, en la página web dedicada a su padre.
Durante el intercambio de cartas, Jif -que es cómo se identifica por internet- me escribió: “Hay personas que escuchan el nombre de mi papá y lo asocian a sucesos lamentables en los que en general no tiene mucho que ver. Le tachan de envenenador y demás. Yo no puedo afirmar ni negar que haya sido traficante de drogas, eso es un asunto legal en el que no me puedo meter. Lo que yo tengo entendido es que en los setentas y ochentas, México solo era un trampolín hacia Estados Unidos y que el ‘producto’ no se quedaba aquí. En 1989, cuando mi papá fue detenido yo era muy joven. Lo que nunca olvidaré es que en las noticias lo presentaron acompañado de imágenes de niños de África desnutridos y otros aquí en México oliendo resistol, como si mi padre hubiera sido el responsable del hambre y las condiciones sociales del país”.
Cuando encontró el mejor momento para hacerlo, el hijo de Félix Gallardo le planteó mi inquietud a su padre. Él aceptó de inmediato recibirme en el Penal de Máxima Seguridad del Altiplano para concederme una entrevista, sin embargo, al poco tiempo me di cuenta de que podía ser más fácil que se legalice la mariguana en México que el que un reportero entre a Almoloya para tratar de hacer su trabajo. A lo largo de la historia de la penitenciaría diseñada por el criminólogo Juan Pablo de Tavira, apenas un puñado de periodistas, entre ellos el reciente fallecido Julio Scherer, Carlos Marín y el fallecido Jesús Blancaornelas, han podido tener conversaciones periodísticas con internos. En comparación con Colombia, donde más de un jefe del narcotráfico ha dado su testimonio sobre uno de los mayores negocios que existen en América Latina, en México pocos han sido los personajes importantes del crimen organizado que han relatado sus experiencias, como lo hizo antes Rafael Caro Quintero y en México con Sandra Ávila Beltrán, “La Reina del Pacífico”.
Hablar con el diablo nunca ha sido fácil.
“El escrito le apena por la calidad en comparación con lo que hacía antes, esto debido a sus problemas de la vista y al tener que escribir a escondidas y con prisas.”, me dijo el hijo de Félix Gallardo que me entregó el manuscrito hecho por su padre durante los últimos meses en el interior de la cárcel.* Tras revisar las 35 cuartillas del texto pregunté a varios especialistas en el tema del narcotráfico, si conocían alguna reflexión escrita en primera persona por un capo mexicano de la droga. Ninguno recordó que existiera tal antecedente.
Estos diarios de “El Jefe de jefes” que se publican a continuación, comienzan relatando los días previos a la detención de Félix Gallardo. Sus captores, los superpolicías de la época, Guillermo González Calderoni y Javier Coello, protagonizan el relato inicial. El entonces comandante de la policía judicial federal, González Calderoni, aparece descrito por Félix Gallardo como un amigo que lo traiciona por órdenes del subprocurador de la PGR, Coello Trejo. El 5 de febrero de 2003, González Calderoni murió ejecutado en Texas, después de varios años de haber huido de México, donde enfrentaba cargos por el asesinato de los propietarios del Café La Habana de la Ciudad de México. Por su parte, Coello Trejo, conocido como “El Fiscal de Hierro”, se retiró de la vida pública y de acuerdo con notas periodísticas puso un despacho de abogados en Chiapas, estado en el que llegó a ser secretario de gobierno.
En sus apuntes, Félix Gallardo hace acusaciones y cuenta pasajes de sus días en el Reclusorio Sur de la Ciudad de México, donde permaneció tres años antes de ser trasladado al Penal de Máxima Seguridad de Almoloya. Nunca se dice inocente y tampoco exige que lo liberen. Se queja, en cambio, de que sus propiedades le fueron arrancadas como un botín y relata el miedo que tuvo a ser ejecutado, mediante la ley fuga. “El Jefe de jefes” a veces va sin avisar de un asunto a otro en los textos escritos hechos en su celda. Lo mismo recuerda su presentación ante la prensa o diserta sobre el caso de Enrique Camarena, agente de la DEA asesinado en 1985; equipara su detención con la de Joaquín Hernández Galicia “La Quina”, ocurrida, al igual que la de él, durante el comienzo del gobierno de Carlos Salinas de Gortari; así como desvela que algunos policías, a través de la mediación de Amado Carrillo, lo visitaban en la cárcel buscando que los auxiliara a resolver crímenes famosos como el del periodista Manuel Buendía.
Almoloya es otro de los protagonistas en los diarios. La cárcel mexiquense lo mismo puede ser el lugar donde los internos discuten con el maestro de la Universidad Iberoamericana, Germán Plascencia, sobre el alzamiento del EZLN y la muerte de Colosio en 1994, que un sitio horrendo de donde nunca saldrá nadie con vida, y en el que hasta Raúl Salinas de Gortari puede padecer los mismos infortunios de los que se quejan los demás internos.
“El Jefe de jefes” enseña parte de su árbol genealógico y lo compara con el de la familia Arellano Félix para rechazar el supuesto parentesco con los hermanos que dirigieron el Cártel de Tijuana. A Sandra Ávila Beltrán, “La Reina del Pacífico”, asegura que nunca la conoció. Félix Gallardo reflexiona en sus escritos sobre la histórica lucha contra el narco desde los tiempos de la Operación Cóndor en los setenta, hasta la fecha, y hace sus propias recomendaciones para acabar con la problemática. Vicente Fox, por quien, asegura, votó esperanzada toda su familia, lo decepciona como presidente, aunque defiende también su papel en la fuga de Puente Grande de Joaquín “El Chapo” Guzmán, a quien evita mencionar por su nombre.
“Cuando nosotros los viejos capos...”, escribe con un aire nostálgico en la penúltima hoja de sus diarios. Ahí cuestiona el hecho de que la justicia lo haya alcanzado a él y a otros de los suyos como Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo, pero no a los banqueros acusados de fraude, Carlos Cabal Peniche, Jorge Lankenau y Ángel Isidoro Rodríguez “El Divino”.
Según Froylán Enciso, autor del capítulo sobre narcotráfico de Una Historia Contemporánea de México (Oceáno, 2009), que resume muy bien todo lo que hasta ahora se sabe públicamente de Miguel Ángel Félix Gallardo, el sinaloense formó una de las más grandes organizaciones de narcotráfico en México, gracias a la ayuda de funcionarios gubernamentales. Su acenso y declive coincide con uno de los periodos más complejos en la historia del narcotráfico, cuando Estados Unidos inició su lucha contra las drogas, y México se consolida como un lugar de tránsito de la cocaína.
Nacido el ocho de enero de 1946, Félix Gallardo fue policía judicial a los 17 años y quedó asignado como escolta del entonces Gobernador de Sinaloa, Leopoldo Sánchez Celis. El traficante de heroína Eduardo Lalo Fernández lo inició entonces en el negocio. En 1971 se giró la primera orden de aprehensión por delitos contra la salud. Fue la primera de las 15 que se giraron en su contra. En 1977, decidió trasladarse a Guadalajara por un endurecimiento de las autoridades en su contra. En ese mismo año las autoridades, que interceptaron una nave de su propiedad en Tijuana, lo acusaron de ser dueño de un cargamento que contenía 100 kilos de cocaína y 10 de heroína. En 1981, Félix Gallardo fue a rendir declaración sobre el caso ante un juez de Baja California, y fue absuelto de los cargos.
Félix Gallardo fue accionista de Banca Somex, donde hacía transferencias millonarias de dinero. Según una filtración de la DEA, mandaba recursos desde Guadalajara a San Diego, y de ahí a Perú para pagar cocaína. En 1985 una cuenta suya y otra de un lugarteniente radicadas en El Paso y Laredo, Texas, fueron congeladas porque se usaban para el lavado de dinero. Sumaban ocho millones de dólares.
A finales de los ochenta, Carlos Salinas de Gortari sabía que la sombra del fraude electoral lo obligaba a ganar la legitimidad necesaria para gobernar. “El tema del narcotráfico fue importante en ese aspecto”, escribe Enciso. “En los primero años de su gobierno hizo golpes espectaculares contra líderes sindicales y policías corruptos, así como del mayor narcotraficante del sexenio de De la Madrid, el que manejaba el flujo de cocaína, el que se ganó el respeto de sus colegas, el que los funcionarios de la DEA catalogaban hasta de elegante: Miguel Ángel Félix Gallardo”.
Durante los años siguientes a la detención del “Jefe de jefes” en Guadalajara, el 8 de abril de 1989, surgieron los cárteles de la droga que a la fecha protagonizan una enredada guerra entre sí y contra las corporaciones del Estado, la cual ha dejado más de 60 mil ejecuciones tan sólo durante el sexenio de Felipe Calderón.
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“¡Los amos del narcoterror!”, parece gritar el cabezal de la portada de la revista Alarde policiaco, en su edición especial de abril de 1989, con motivo de la captura de Félix Gallardo. Rodeando el titular escrito con letras amarillas, aparecen fotografías del hondureño Ramón Mata Ballesteros, Rafael Caro Quintero, Juan José Esparragoza “El Azul” y del propio Miguel Félix Gallardo. En la portada se deja ver también un optimismo equivocado: “Totalmente exterminado quedó el narcotráfico al ser capturado el zar de la cocaína, Miguel Angel Félix Gallardo, quien ya se encuentra tras las rejas y haciéndole compañía a otros capos”.
El 9 de abril, un día después de la detención del “Jefe de jefes”, la PGR emite el siguiente boletín: “La Procuraduría General de la República, a través de la Policía Judicial Federal, logró en un operativo relámpago realizado ayer por la tarde en Guadalajara, Jal., la captura del narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo, considerado el traficante de drogas número uno a nivel internacional. Félix Gallardo fue detenido como resultado de una investigación iniciada hace tres meses por judiciales federales, en la casa ubicada en la calle Cosmos 2718, colonia Jardines del Bosque de la ciudad de Guadalajara. Por lo sorpresivo del operativo, Félix Gallardo fue aprehendido sin que opusiera resistencia, a pesar de que tenía en su poder varias armas de grueso calibre. Es importante destacar que durante esta acción no se registró ningún disparo de arma de fuego. Miguel Ángel Félix Gallardo, de 43 años de edad, originario de Culiacán, Sinaloa, inicia su carrera delictiva desde el año de 1971, fecha en que se gira la primera orden de aprehensión en su contra por delitos contra la salud. Durante los últimos años, Félix Gallardo se convirtió en el narcotraficante más buscado tanto a nivel nacional como internacional, pues varios países también giraron órdenes de aprehensión en su contra por el mismo delito. Asimismo, se convirtió en parte importante del bajo mundo del narcotráfico, porque llegó a controlar la siembra, cultivo, cosecha y tráfico de enervantes. Con la captura de este peligroso delincuente, buscado durante los últimos nueve años, se reafirma la voluntad política del Presidente de la República, licenciado Carlos Salinas de Gortari de combatir hasta sus últimas consecuencias este cáncer social y de que la PGR trabaje intensamente en esta guerra por el bienestar de los mexicanos”.
Javier Coello Trejo, el fiscal que capturó a “El jefe de Jefes”, aseguró en una entrevista periodística que brindó en 1989, que Félix Gallardo era un hombre inteligente. “No te puedes imaginar cuánta inteligencia natural tiene. Estudió hasta el tercero de secundaria, pero en 20 años dedicados al narcotráfico se arregló para controlar todas las bandas de narcos... es una persona seca, no es malhablado, no es grosero, habla muy directo, y es una persona muy extraña, porque es muy católico, incluso, por medio de otras personas ha donado dinero a la iglesia”.
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Teodoro Bello, el compositor de “Jefe de jefes”, reconoció a principios de 2009 en una entrevista con El Universal que había escrito canciones inspiradas en Amado Carrillo, Rafael Caro Quintero y Miguel Ángel Félix Gallardo. “Pero son gentes que las detuvieron (sic) y son corridos de cosas que la gente ya sabe, de lo mismo que escribe la prensa”, aclaraba. Preocupado por la ola de violencia desatada hoy en día en el país, Bello aprovechaba la entrevista para recomendar a los noveles compositores que los corridos de ahora deberían ser bien narrados y no deberían vanagloriar ni menospreciar a nadie en particular.
Cuestionado por el reportero sobre la aparición de un corrido en honor de Santiago Meza, el sujeto que disolvió en Tijuana más de 200 cadáveres humanos en ácido y se ganó el apodo de “El Pozolero”, Bello respondió: “Hay autores que se cuelgan del momento para ganarse un dinerito y hacerse publicidad con el boom, pero son corridos que se van. Yo me voy a morir un día y oirán ‘El Jefe de jefes’ y otras, porque son canciones que nacen para quedarse”.
En la penumbra de la cárcel del Altiplano, Félix Gallardo escribe. “El Jefe de jefes” tampoco quiere que lo olviden.
LAS GUACAMAYAS
Cuando me fui de Mazatlán, Sinaloa, en marzo de 1987, me quedé a vivir en Guadalajara con mi familia, ellos en una casa y yo en otra, nos veíamos los fines de semana, a veces cada mes o dos. Yo estaba buscando la manera de presentarme a las autoridades (Juez 4° de Distrito en Guadalajara), me asesoraba el Lic. Fernando Martínez Inclán quien me decía: “Espérate un poco más al cambio de gobierno, te presentaremos amparado, tu caso es de presión política, espérate”.
En Guadalajara por esos tiempos estaba de comandante Guillermo González Calderoni a quien yo ya conocía, le mandé pedir que no molestara a mi mamá y familia, él me mandó contestar que con ellos no era el problema y que quería verme, ya a las 3 o 4 llamadas no podía negarme y acepté, me envió a un hombre al que yo le tenía confianza, el agente Héctor Sánchez Landa y a 3 hombres más cuyos nombres me los reservo, me dijeron que la cita sería en la casa de Calderoni cerca de la Universidad de Guadalajara (en la pura esquina). Se trataba de una residencia con cochera doble, en ella sólo había un velador mayor que abrió la cochera para que entrara mi automóvil, recuerdo que Calderoni me recibió en la misma entrada, ya entrando había un par de guacamayas en una gran jaula blanca que me llamaron la atención y Guillermo me dijo “te las regalo”.
Pasamos hacia el interior del domicilio, a la entrada a mano izquierda estaba la cocina, de frente un recibidor o sala con un comedor también a la izquierda, tengo entendido que la renta de la casa la pagaba un Sr. americano de apellido Ayala, con esta persona Guillermo habló por teléfono en mi presencia por medio de un dispositivo intercomunicador, el cual permitía contestar en la cocina, comedor o sala. Se jugaron bromas por teléfono tales como: “Tú me estás grabando, yo también”, etc., luego de esto Calderoni y yo platicamos de mi problema y me dijo: “Mira, con el que hablé es con quien llevo la investigación del caso donde se te menciona, esto es para llenar el requisito de joderte, pero no hay nada firme en tu contra, en el cambio ayudaré a que te presentes”, seguimos platicando de otros temas, me pidió un favor y quedamos de volver a vernos pronto; le señalé el domicilio de un amigo por la calle de Cosmos cerca del restaurant Izao, ahí me envió días después las guacamayas que tenía en su residencia, las recogí y las llevé con mi familia, ese Sr. Ayala con el que habló Memo por teléfono sabía de las guacamayas.
“NO TE CONOZCO”
Mientras Calderoni estuvo en Guadalajara nos vimos unas 5 veces, en una de éstas le pedí el favor de que no molestara a René Calderón, cuyo hermano Inés había sido asesinado por el equipo de Guillermo en un operativo en Culiacán. Después de un tiempo Guillermo fue asignado a la plaza de Monterrey y nos despedimos en la casa de Héctor Sánchez Landa; ya él en Monterrey seguimos en contacto, cuando se ofrecía hablar, él me dejaba recado con mi amigo Budy Ramos, y yo me reportaba de otro teléfono. Él enviaba a Guadalajara frecuentemente a Héctor Sánchez Landa y éste le llevaba recados y así seguimos la amistad hasta aquel 8 de abril de 1989 cuando me traicionó mandándome detener en la casa del Budy Ramos en Cosmos. Había llegado yo a ese domicilio minutos antes, pues a mediodía me vería con Calderoni en el restaurant Izao a media cuadra de ahí; al llegar el operativo a dicha casa, penetraron los agentes Cipriano Martínez Novoa y Roberto Sánchez, al igual que 3 elementos más quienes me tumbaron de un riflazo al suelo; esos elementos me conocían desde 1971 de Culiacán. Afuera apoyó el operativo el jefe de grupo Salvador Vidal, al estar yo tirado al suelo llegó Calderoni a quien le dije: “¿Qué pasa Memo?”, y me contestó: “No te conozco”. Fui levantado y sacado del domicilio en aproximadamente 1 minuto o 2, yo no iba armado ni poseía ninguna droga, a la familia que estaba en Cosmos la dejaron retirarse del lugar, me llevaron [a una] casa en una Ichi Van tirado en el piso, en este otro lugar había muchos dispositivos de intervención telefónica, radios, vehículos y otros elementos.
Ahí me dijo Memo: “Discúlpame, pero esto es una orden de México y tuve que cumplirla, tú no tienes problemas graves, vas a salir pronto de la cárcel, yo te voy a ayudar”, etc., hizo una llamada a México con Javier Coello Trejo y le dijo: “Ya lo tengo, ¿qué hago?”. Recibió una instrucción y salimos rumbo al aeropuerto, tardamos unos 45 minutos en llegar, yo tirado en el suelo de la Ichi Van y una caravana de unos 5 carros escoltándonos, no hubo muchos agentes, en total habrán sido unos 15, entre ellos una mujer con una cámara fotográfica que tomó fotos cuando me aprehendieron y en el aeropuerto todos posaron conmigo, unos 20 minutos después llegó al aeropuerto un Lear Jet que decía Petróleos Mexicanos, aparato blanco al cual subimos Memo, unos 6 elementos más, entre ellos Roberto Sánchez y Cipriano Martínez, los pilotos y yo.
Llegamos al hangar de la pgr en México una hora después, ahí nos esperaban un Cte. Manuel Pozos y 2 suburbans que nos transportaron a la calle de Soto, oficinas de la pgr. Pozos me quitó los calcetines y me bajó a los separos del edificio, me introdujo en una celda del fondo con guardias de vista, serían la 1 o 2 de la tarde, minutos después llegó otro comandante, quien me condujo a una sala con una mesa redonda, habría unas 8 personas de las cuales reconocí al frente a Coello Trejo. Bueno, antes quiero relatar que tanto en la casa de seguridad tanto como en el avión, Calderoni me rogaba que no le dijera a Coello Trejo que nos conocíamos, ya que a cambio él me ayudaría en el futuro y dejaría en paz a mi familia.
“USTED CHINGÓ A SU MADRE, DON MIGUEL”
De frente a Coello Trejo y los que lo acompañaban, éste (Coello) prepotente y grosero me dijo: “Usted chingó a su madre don Miguel, ya está en mis manos, cante todo su rollo por la buena o se lo saco a chingadazos, a quiénes soborna, con quiénes trabaja, cantidades de dinero, dígame todo o se va a arrepentir y de todas maneras me lo dirá”. Yo le contesté: “No tengo nada que decirle, confórmese con que ya me tiene aquí, qué quiere que diga, tengo años sin ver a nadie, pocas veces veo a mi familia, no he cometido ningún delito y si me prueban algo, pagaré con cárcel”. Los presentes vieron cuando le dije: “Me hubiera llamado y me hubiera presentado”. Me dijo: “No te agarramos nada, pero te voy a chingar”. Irritado ordenó me sacaran de la sala y me condujeron a los separos, estuve más de un día bajo torturas, toques, tehuacanazos, a veces desmayado, otras sentado o parado. Lo que me preguntaban yo no sabía nada de ello, mejor que nadie ellos lo sabían, ahí estuvieron los comandantes Manuel Pozos, Luis Manuel Palafox, Muñoz Leyva, Martínez Salgado y otros que me reservo sus nombres. Nunca supe si era de día o de noche, me subían a oficinas obscuras una veintena de agentes del mp [Ministerio Público] y comandantes, elaboraban declaraciones y yo no las firmaba porque eran puras mentiras.
Todos estaban bajo órdenes de Coello Trejo. El mp que dirigió las investigaciones del caso Camarena, me dijo: “Tú no participaste, pero las presiones que tenemos son fuertes. Florentino Ventura ordenó al último que te inmiscuyera porque no te pudo probar nada, te hizo famoso, ahora hay que hacer un teatro. Declara cualquier cosa del pasado o invéntala o te va a matar Coello Trejo, caíste como anillo al dedo, además por patriotismo, colabora”. Me pasó primero a que me investigara el Cte. Miguel G. Rodríguez Lorrabaquio, quien me dijo: “A quiénes les has dado dinero, dime todo”. Le contesté: “Tú sabes que no soy culpable, tú me metiste en un parte sabiendo que no tuve participación en ese hecho, pon que te di dinero a ti en el pasado”. Me contestó: “Mira, yo soy amigo, lo del parte nos lo ordenó Florentino Ventura Gutiérrez, pero eso no te perjudica, es paja, amacízate, te van a investigar otros comandantes”. Entre todos ellos hicieron un parte que supuestamente yo declaraba, mismo que no firmé. Me pasaron con ese parte a los ministerios públicos y al igual hacían y escribían, y no se llegaba a nada.
LOS FLASHAZOS
El mp que estuvo al cargo se llama Lino Corleoni y varias secretarias; los primeros dos días corregían, volvían a empezar. Ese día por la noche vi a Coello Trejo, había citado a unos federales de caminos, uno de ellos estaba ahí, Fernández Cadena. Él rentaba una casa en Culiacán a mi mamá y me conocía de antes. Coello le gritó de una manera que lo intimidó y me dijo que yo le había dado un automóvil y puso a otros 2 de caminos que no tenían nada que ver, sólo que eran de Culiacán, Ramón Medina Carrillo y Hugo Palazuelos Soto, este último amigo de mi familia. A los 3 los hicieron confesar que yo les daba cantidades de dinero porque me dejaran andar armado en la carretera México-Lechería y la Marquesa, territorios que en mi vida conocí.
El último día me dice Coello Trejo: “Hágame el favor de pasar conmigo ante la prensa”. No contesté nada: “Pase al tocador, dese una arregladita, póngase esta chamarra”. Poco después me condujo a una sala donde había cientos de periodistas, un sofá que había con pistolas o rifles, no vi que era exactamente. Muchos flashazos me destellaron, posé un minuto, no lo sé, luego me tomó del brazo Coello y me sacó de la sala. En un pasillo me topé con gente que después fueron mis coacusados, un mayordomo del campo al que mi mamá le dio una cortesía en un hotel y éste habló por un teléfono intervenido, etc., topé también con los jefes de policía de Culiacán, uno que sí conocía del tiempo que yo no tenía problemas y otro que no conocía y también, al subcoordinador de la pgr en Culiacán, Lic. Gregorio Corzo Marín, quien tenía una grabación de algo entre Coello Trejo y yo, a éstos los citó el Cte. de zona militar en Culiacán General Jesús Gutiérrez Rebollo y los detuvo y los mandó a México. Coello no quería a un político sinaloense del cual me hizo preguntas absurdas, quería joderlo, pero como yo no lo conocía tal vez por eso no pudo fregarlo. Quería Coello hacer de un ratón un elefante, eran los días del inicio de un sexenio, que se distinguió por sus excesos y escándalos que al principio la gente creía y más tarde se decepcionaba, pan y circo. Entre los coacusados que vi en el pasillo iba mi gerente de hoteles Andrés Herrero Cuamea, quien duró casi un mes en la pgr, señalando todos los domicilios y propiedades de mi familia, que luego fueron aseguradas y administradas por la gente de Coello y pandilla.
EL CASO CAMARENA
La última noche en los separos de Interpol me manda llamar Coello Trejo. Yo no podía caminar de lo hinchados que tenía los pies por los golpes y estar parado los días anteriores. Me dice: “Mire, ya le pedí que no ratificara el amparo que promovió su familia. Quiero que me haga un último favor, están aquí unos elementos de la dea, quiero que los vea, le van a hacer preguntas”. No contesté nada, fui llevado a una mesa de juntas donde había más comandantes y Coello, todos mirándome. Ahí fui presentado con los de la dea. Recuerdo que uno dijo llamarse Edward Heath, nos saludamos, querían platicar, sólo contesté que no tuve participación en el caso Camarena y dije: “Ustedes dijeron que había sido un loco y yo no estoy loco, lamento profundamente la pérdida de su elemento”. Ellos vieron que estaba yo torturado, no pudimos seguir platicando porque Coello me levantó, me despedí de esos personajes a quienes nunca volví a ver, ignoro el motivo, pero fueron testigos de mi mal estado físico y también de cómo Coello no me permitió expresarles mi inocencia con pruebas del caso.
LA LEY FUGA
El último día en pgr a todos mis coacusados les hicieron firmar actas en las cuales me hacían acusaciones risibles, mismas que yo rechazaba, como la del mayordomo del campo y Jesús “El playero”. Éstos asentaron en su declaración que me habían hecho un traslado de enervan-
tes en un compartimento de un Volkswagen en 1982. También a un mecánico que estaba de visita el día que detuvieron a mi gerente de hotel, le hicieron declarar que él había hecho el compartimiento del Volkswagen en 1987. Nada de todo lo que acusaron tenía tiempo, lugar y modo.
El último día me permitieron acostarme un rato a las 2 o 3 de la mañana. Antes de amanecer fui despertado y llevado al estacionamiento del edificio junto con mis coacusados, menos Andrés Herrera, ahí hicieron a todos firmar las actas ministeriales sin ver y a base de golpes. A mí me pasaron unos legajos que tuve que firmar sin leerlos, pero pedí a Corzo Marín los viera y me dijo: “Firma, es un extracto de todos los coacusados pero tú no los señalas”. Acto seguido nos subieron; a ellos en una suburban y a mí solo en otra, no sabía a dónde me llevaban.
Creí que me aplicarían la ley fuga, pues iba vendado, esposado, tirado al piso del vehículo, así pasó mucho tiempo de frenones y arrancones, por fin el vehículo paró, todavía no amanecía, me quitaron la venda de los ojos y me sentaron al frente. Había un portón que al abrir y entrar el vehículo, vi que había custodios uniformados de azul. Alguien dijo: “Es el Reclusorio Sur”. Los agentes de la pgr acompañando a los custodios, se introdujeron a una oficina y ahí me entregaron al comandante en turno, Jesús Méndez Rico, a quien yo conocía. Fui llevado al módulo de alta seguridad y encerrado en una celda, de inmediato me acosté, pues tenía 4 días sin dormir y sin comer, a eso de las 11 de la mañana me llevaron a juzgados, casi no recuerdo nada por mi mal estado de salud, ahí ante el juez se presentó un abogado ofreciendo defenderme, era el Lic. Federico Livas Vera; el juez me tomó lo que se llamó preparatoria, no recuerdo más, sólo que no podía estar de pie, había unos reporteros que vieron que estaba golpeado, de allí me llevaron a la celda donde caí rendido. De esa celda no me permitieron salir como 3 meses, sólo a juzgado y a enfermería, a mi familia me permitieron verla 1 hora a los 3 meses, sólo mi abogado me visitaba. Mis coacusados estaban en otro reclusorio, pude verlos meses después en los careos, ahí conocí a 2 o 3 de ellos que hacían acusaciones de cohechos o encubrimientos sin habernos visto nunca en mi vida.
EL BOTÍN
A los meses me enteré que tanto a mi esposa, madre, hermanos, sobrinos y amigos, les habían quitado casas, muebles, carros, joyas, dinero en bancos, ranchos, que Coello los repartió y dio posesión a gente que trabajaría para darle utilidades. Le fueron entregadas las cosas a quien él nombrara, igual a todas sus gentes les puso altos sueldos.
LA QUINA, EL CASO BUENDÍA Y EL ENCENDEDOR
Después de mi presentación y posterior consignación Coello y pandilla engañan a la opinión pública y al mismo Ejecutivo declarando barbaridades en mi contra, que yo era el número uno, que poseía una fortuna de miles de millones de dólares, tratando de tapar su viejo pasado y el exceso, como Joaquín Hernández Galicia, a quien hubieran aprehendido con unos cuantos elementos, sin necesidad de que muriera el mp Zamora. Con lo mío primero la prensa llenó una plana, a los meses no me mencionaban, pero Coello les hacía nuevas declaraciones, nunca probó que yo tuviera dinero, pues ni siquiera pude pagar buenos abogados, todo me lo quitó, tuve que rentar casa al sur de la ciudad para mi familia y siempre los molestó y a todo el que se me acercara.
A los meses de estar en el Reclusorio Sur Coello fue una noche junto al fiscal Domínguez del caso Buendía, custodios me llevaron a la dirección del penal, al entrar en la oficina casi me desmayo al verlo; se levantó del mueble de la sala y al acercarse dijo: “No tema don Miguel, vine a saludarlo”. Me pidió me sentara frente a él y el subprocurador de distrito Domínguez prendió un cigarro y me ofreció la cajetilla pasándome un encendedor Dupont y me dijo: “Se lo regalo”, le dije “gracias” y me lo eché a la bolsa.
Me preguntó cómo estaba y le dije: “Oiga licenciado, cuando fui presentado ante usted le dijeron Calderoni y el comandante Luis Soto Silva: ‘lo aprendimos, no se resistió, no le encontramos armas ni droga’, y usted me dijo, ‘no le agarramos nada’, entonces ¿por qué me consignó con 5 armas, y unos gramos de droga?”. Él contestó: “Teníamos que consignarlo con algo, pero le prometo que va a salir pronto”. También me dejó sin casa, muebles y carros, sin ranchos y hoteles, “se los voy a regresar, vengo a pedirle que me apoye a investigar el caso Buendía, usted sabe que es prioridad del gobierno”. “Mire licenciado —le dije—, no sé nada al respecto, yo vivo encerrado en una celda, en 3 meses no he tenido acceso a un teléfono”, y me dijo: “Le instalo uno, ayúdeme”. El fiscal Domínguez escuchando y a veces hablando, me negué a inmiscuirme pues como preso, sólo quería dedicarme a defenderme y a mi familia, que todavía no los autorizaban para visitarme, al no acceder, me dijo: “Oiga deme el encendedor, luego le mando otro”, y me pidió retirarme, pues había otros internos que atender.
A los meses pusó algunos bienes míos y de mis familiares a disposición del juez noveno para que se aseguraran con fines de decomiso, nada físicamente, sólo el papel al juez, los siguientes años me dio carrilla al igual que a mi familia, sin devolver nada, todas las rentas uno de sus subordinados las recibía y mi familia sin con qué comer.
EL CAREO
El juez noveno resolvió que no era posible asegurar los bienes porque no eran producto de algún ilícito, igual el magistrado los volvió a poner otra vez con otro pedimento, pasó más de una década. El que era el ministerio público en mi proceso se convirtió en juez y me sentenció a la pena máxima, no me dio audiencia de vista y decomisó todo, nunca la Procuraduría puso físicamente las armas ni droga pues las armas sólo se pusieron para la foto, los agentes que las prestaron las volvieron a recoger después de las fotos, metí petición de que el juez tuviera a la vista armas y droga, la pgr contestaba con evasivas, mi derecho a verlas fue pisoteado.
En mi careo con Calderoni y pandilla frente a los reporteros (uno de ellos de la revista Proceso) le dije a Guillermo: “Tú no me agarraste nada” y él asintió con la cabeza a todas las preguntas y observaciones que le hice delante del juez. Él decía: “No me acuerdo”. La mayor parte de mis aprehensores en careos dijeron: “No le decomisamos nada” (ver careo con Cipriano Martínez Novoa y Salvado Vidal y otros).
En ese careo en el juzgado noveno las preguntas de mi abogado Federico Livas Vera, Calderoni no pudo contestar sobre tiempo, lugar y modo sobre los decomisos en mi detención y se molestó con mi abogado, incluso lo amenazó y el juez acentó la amenaza igual, regañó a los reporteros, el careo quedó a mi favor (ver periódicos del día siguiente donde incluso comentaron lo de la amenaza).
AMADO CARRILLO
Meses antes Calderoni fue a verme al reclusorio y no quise recibirlo, quería que tuviéramos una entrevista. El Comandante del reclusorio era Raúl Patiño quien también me pidió lo mismo, luego un domingo mandó a mi coacusado Gregorio Corzo Marín al módulo de alta seguridad y de nueva cuenta me negué. El interno Gilberto Ontiveros, “El Greñas”, a quien también Calderoni había traicionado, llegó a una sala de dicho módulo con Amado Carrillo Fuentes, Raúl y José Luis Patiño, Carso Marin y Calderoni, Amado Carrillo me pidió que bajara de mi celda a la sala de visita donde se encontraban y que por favor atendiera a Calderoni, no le pude negar el favor porque éramos buenos amigos, bajé y el comandante Patiño nos prestó una íntima para que habláramos y le dije a Calderoni: “Qué quieres traidor”, y me contestó: “Quiero tu amistad, mira, sé que te visita ‘La Güera’, esposa de Carlos Aguilar Garza, ella fue mi amante y me sabe muchas cosas, tiene fotos y cintas que me comprometen y me ha visto aquí con todos, temo lo publique, ella tiene mucha amistad con la dea, no le platiques lo mío, yo te ayudo en lo que me pidas”. “Mira —le dije—, ella viene a ver a su compadre Corso, mi coacusado y de paso convive conmigo y anda con mi abogado Livas, yo no le he hablado de ti, sólo te digo que eres un traidor, cobarde y te recibí por Amado Carrillo, tú y Coello me dejaron en la ruina, mi familia vive en casa rentada, tengo un hijo grave que necesita operación en Estados Unidos y no tengo con qué pagarla”.
Me preguntó cuánto me costaba la operación y le dije que de 200 a 300 mil dólares y me dijo: “Te los presto y te voy ayudar a que te devuelvan las casas de tu familia, mamá y hermanos, mándame a tu abogado con las escrituras, hablaré con Coello, la llevo bien con él y con todos, pondré a Luis Soto Silva de director de Intercepción, estaré en Cancún, en toda la frontera sur la dea pondrá aviones con radares, cuando los mande a revisión mecánica dejaré pasar a mis amigos, yo estoy de acuerdo con mis superiores y si quieres te puedo servir desde ahí, tú me dices”. Yo le contesté: “Estoy preso y no quiero involucrarme en nada”. Nos despedimos, me dejó una pluma Mont Blanc de referencia para que la llevara el Lic. Livas para la devolución de las casas. Como yo sabía que lo que él quería era ganar tiempo no mandé a nadie. A “la Güera”, esposa de Garza la mataron al salir del hospital Ángeles, la levantaron y apareció por el lado de Cuernavaca, él siguió yendo al reclusorio con Amado y otros, a veces lo acompañaba Rafael Aguilar Guajardo y otros que no mencionaré, mis amigos me dijeron: “Cuídate, te quiere matar Memo”.
LOS VIOLADORES DEL SUR
Al poco tiempo Calderoni empezó a desa-parecerme amigos y familiares, casos como las ejecuciones de Sánchez Duarte y acompañantes. En una ocasión la Judicial del Distrito Federal trató de detener a elementos de Calderoni que andaban con maleantes, éstos se metieron al edificio de la federal y ya no los pudieron detener, motivo por el que cambiaron de procurador y se nombró al procurador del Distrito, Lic. Morales Lechuga, en ese tiempo se le adjudicaron 19 violaciones sexuales a escoltas de Coello a quienes en ese entonces la prensa bautizó como “los violadores del sur”, fueron tanto los atropellos que hicieron que llegó a oídos de la Presidencia y todos fueron removidos, hasta Coello pasó a la Procuraduría del Consumidor, Calderoni comisionado a San Antonio, Texas y a la llegada de Lic. Jorge Carpizo, despedido y con proceso.
Cuando agentes federales secuestraron y ejecutaron a mis abogados, hermanos, sobrinos, velador, etc., Carpizo había prometido aclarar el caso pero no lo hizo. De dicho y bárbaro asesinato llevó la investigación el comandante Luis Manuel Palafox, quien dio con lo robado de la casa de mi madre y fue al reclusorio a interrogarme y le dije: “Tú sabes que ése es jale policiaco, a mí para qué me preguntas cosas, yo estoy preso y también incomunicado, lo único que sé es que eran agentes de tu corporación”.
Posteriormente el mpf Marcelo Vega con su equipo me mostraron la Suburban de los ejecutores, una de ellas color vino, molduras negras color mate, era la misma que le decomisaron al colombiano Javier Pardo Cardona. Ésa y otras dos fueron vistas por la familia de los deudos cuando fueron a Iguala a reclamar los cuerpos, estaban en las oficinas de la pgr, en ese lugar los familiares de los ejecutados iban a hacer la denuncia, entre ellos mi hermana Gloria, quien pidió identificar a varios de los que catearon la casa de mi madre llevándose a un menor que subía a la silla de ruedas a mi madre. Cuando se iba presentar la denuncia fueron amenazados y no la hicieron, a mí me cambiaron del Reclusorio Sur a Almoloya y vino un mp a insinuarme que me callara o correrían peligro mis hijos a quienes mandé a estudiar a Canadá, a los años los regresé porque ya no tuve dinero para la mensualidad en el extranjero, pues todas mis propiedades las tenía la gente que puso Coello. Hasta la fecha mi familia vive en casa de renta, ya no tengo con qué pagar abogados, además mis procesos son consignas, de nada sirve defenderme.
TALLER DE TERCERA DIMENSIÓN
En una ocasión llegó al Reclusorio Sur el Lic. Zamora hermano del otro Zamora que murió en la aprehensión de Joaquín Hernández Galicia; este último Zamora, Coello lo puso en Bienes Asegurados, el director del Reclusorio Sur, Virgilio Gallardo Coria, era consuegro de él y le permitió que platicáramos en la oficina del Cte. Mariano Ordaz. Me proponía (autorizado por Coello) que yo donara el 25% de lo asegurado y se me regresaría lo demás; yo le contesté: “Mire Lic. de lo asegurado, sólo soy dueño de unas 10 propiedades, lo demás es de terceros, de mis padres, hermanos, sobrinos, tíos y amigos, dígale al Lic. Coello que yo no puedo negociar lo que no es mío, y le aclaro que lo mío lo heredé de mis padres, dichas propiedades fueron adquiridas cuando aún no nacía yo”. Zamora se portó muy consciente, en eso llegó un familiar que acababa de salir de conmigo y se regresó porque alguien le avisó que la Federal estaba afuera deteniendo a toda la visita de Félix Gallardo. Zamora dijo: “¿Cómo es posible que todavía le estén atropellando a la familia?, mire, olvide lo del 25% yo explicaré que no se puede y hablaré para que dejen de molestar a su familia”.
Por unos meses me dejaron la familia en paz, agradezco a Zamora su intervención pero meses después pasó lo de Iguala, al inicio de mis procesos varias veces me llevaron a careos del Reclusorio Sur a Reclusorio Norte, con unos 3 o 4 custodios y el comandante, la primera vez me llevó del Sur al Norte el Comandante Raúl Patiño, al regreso en el lugar conocido como la Noria, frente a la casa de Dolores Olmedo se descompusó la combi y nos fuimos a pie hasta el reclusorio. Otra vez con el comandante Alfredo Cuadros Aldana pasó lo mismo y la última chocó el ve-hículo en el centro cuando veníamos del Reclusorio Norte al Sur, atrás venía una suburban mía con un médico, ahí nos subimos el Comandante Mariano Ordaz y yo, los custodios se quedaron arreglando la combi, nunca tuve problemas en el Sur y nunca pasó por mi mente fugarme, en el Sur estuve clasificado como de media peligrosidad, trabajé siempre de encargado de mantenimiento por parte de los internos del Reclusorio Sur, puse un taller de tercera dimensión. En una ocasión me felicitó el diputado panista Víctor Orduña, me compró 5 cuadros y me inspiró a poner otros negocios que dieran empleo a los internos.
Fue entonces que con mi amigo el ingeniero petrolero Gabriel Rivera Castilla fabricamos pintura vinílica y jabón, la pintura resultó de mejor calidad que las comerciales del mercado, el diputado antes mencionado nos recomendó algunas dependencias y hasta la Dirección de Reclusorios No. 5 compró 10 000 litros al 40% del precio del mercado, aún así ganamos para pagarles buenos sueldos a los internos. De no traerme a Almoloya hubiera puesto otros negocios en los talleres del reclusorio. A razón de la desaparición y muerte de mis abogados, familiares, amigos y para que Javier Pardo y yo no hiciéramos declaraciones nos trajeron a Almoloya con un equipo de seguridad de unos 100 elementos, cosa totalmente innecesaria pues allá siempre nos movían de un reclusorio a otro unos 4 custodios y la combi de traslados.
ALMOLOYA Y MATUSALÉN
Para traerme a Almoloya, se violó un amparo concedido para no ser excarcelado del Reclusorio Sur a otra parte, mis procesos se quedaron lejos y se me notificaba por exhorto. En ese tiempo Almoloya era para sentenciados, no había juzgados, se nos notificaba en locutorios, no tuve abogados por unos años, mi situación económica no era buena, no pude defenderme y se me agotó el proceso faltándome pruebas que desahogar. Fui sentenciado y confirmado en 2da. Instancia por el que fue ministerio público en mi proceso. Ya en Almoloya siguieron las consignas, aquí no es permitido revisar el proceso con el abogado, ni siquiera le prestan papel y lápiz por ventanilla de locutorios, no tengo acceso a libros de derecho, ni de intercambiar papeles con mi defensor, además todo interno que llega a Almoloya es clasificado de máxima peligrosidad y siendo famoso sólo se sale muerto pues el cumplir una pena máxima sólo Matusalén saldría vivo. Ha habido unos pocos traslados a privilegiados internos que el consejo les ha bajado el perfil de máxima a media, por ejemplo don Fernando Gonzáles González coacusado del Ing. Raúl Salinas de Gortari, quien también mejoró su perfil y fue trasladado a Almoloyita.
EL 94 EN ALMOLOYA
Voy a comentar algo de este último. Antesito del término de gobierno de Carlos Salinas de Gortari, cuando el levantamiento del ezln, venía a este lugar a darnos conferencia un supuesto maestro de la Ibero, Sr. Germán Plascencia, en el área escolar del módulo 1, nos reunimos por las tardes cuando él venía. Entre los internos había unos intelectuales, el físico matemático Cuauhtémoc Sánchez Aguilar, Pellegrini y otros, junto con el maestro, comentaban las condiciones del país a raíz del cambio, que no se veía rumbo, que hacía falta un escándalo, que si Carlos Salinas no llegaba a la omc se vería en dificultades, que lo de Colosio, lo del Cardenal Posadas Ocampo, lo de Ruíz Massieu, lo del ezln y otros temas, que los internos de Almoloya habíamos sido “fabricados” para entretener a la opinión pública, que no había necesidad de cárceles de exterminio que no readaptaban, etcétera. El maestro Plascencia portaba un gafete que le permitía visitar cualquier área del penal; un día que regresaba yo de locutorios en el diamante B 6 B, miré que traían a una persona demasiado custodiada, al pasar por donde yo estaba de frente a la pared, de reojo miré y me pareció que era Raúl Salinas de Gortari, iban rumbo a segregación. Llegué a la clase del maestro Plascencia y comenté lo visto; acto seguido el maestro, como si ya supiera o esperara esa noticia, canceló la clase y se fue. Los internos de la clase comentaron que ése era el escándalo que antes se platicaba que sucedería; otros dijeron que el maestro era espía del gobierno, que vino a ver que nos sacaba a nosotros, etcétera.
RAÚL SALINAS DE GORTARI
A Raúl Salinas lo tuvieron años en “Conductas Especiales”, lugar que, en ese entonces el reglamento sólo permitía que los internos permanecieran en él no más de 15 días; nos sorprendió el mal trato que le daban: la comida fría, gritos, burlas, le humillaban a la familia, había ocasiones que la señora Paulina tardaba 3 o 4 horas para entrar a verlo. Al inicio, los internos le gritaban al ingeniero “aguante”; poco a poco le agarramos aprecio por su hombría, las veces que lo encontraba, al saludarnos, me decía: “Dios lo bendiga”. Culpable o inocente me dio gusto que se fuera; lamento que no haya hecho declaraciones sobre la tortura que pasó y que nosotros los más viejos seguimos soportando ahora con más presión que en los tiempos en que estuvo Raúl Salinas de Gortari, pues muchos de los que él conoció ya murieron aquí. Hoy ya no hay actividades; los patios de cada dormitorio son 30 por 30 metros, a éstos nos sacan solamente 45 minutos al día y el resto del tiempo metidos en las celdas, la comida que tenemos en comparación con la que teníamos durante los gobiernos “priístas”, es de pésima calidad y mínima cantidad, no tenemos tienda, talleres, ni clases de pintura, pirograbado, artesanías, teatro, no tenemos asistencia religiosa pastoral; carecemos de atención médica y de medicamentos, no tenemos entrevistas con psicólogos, criminólogos, de trabajadores sociales, no contamos con visitas de diputados, senadores, políticos ni intelectuales, como al principio nos vi-sitaban. Esta prisión se copió de unos centros penitenciarios franceses. En un estudio realizado en Francia se supo que, de cada 10 internos, en un lapso de 10 años, morían 4 y, los otros 6, perdían facultades mentales, por lo que el gobierno francés los cerró todos.
UNO POR DIEZ
El doctor Juan Pablo de Tavira, en su libro: ¿Por qué Almoloya?, dice: un interno aquí, en un año, paga el equivalente a 10 años en otras prisiones. La mayor parte de los internos no tienen abogado ni visitas familiares por ser de escasos recursos, esta prisión está sobrepoblada de inocentes, pues eran choferes, veladores, jardineros, cocineros, plomeros, electricistas, pintores, albañiles de quienes fueron detenidos y que nada tienen que ver con las actividades que les imputan. Sólo en los módulos 1 y 3 los internos tienen visitas y de ellos muy pocos tienen la visita íntima, las salas de visita íntima siempre están vacías, igualmente las salas de visitas familiares, esto debido al exceso de requisitos que piden las autoridades del penal, los papeles para que una visita pueda entrar tienen que traerlos sólo el día que le toca visita a su familiar y esperar a que el Consejo Técnico Interdisciplinario apruebe su ingreso. Si la visita viene de lejos pierden su tiempo y se quedan llorando afuera y por falta de recursos ya no vuelven a venir y se pierde la relación con su familiar.
México tiene una Constitución política con casi 500 reformas; códigos penales con modificaciones, remiendos, cambios y reformas de sus artículos de cada gobierno que entra al poder, aumenta la penalidad de los delitos, sin otorgar ningún beneficio a los internos que tienen 40 años de edad y los sentencia a 40, 50, 60 o más años de prisión no vivirán para cumplir esas sentencias, pues se perdió el principio de que el delincuente debe ser readaptado para volver a su medio social y a la familia que dejó desamparada.
LOS ARELLANO FÉLIX
Quiero dejar aclarado para la opinión pública algo sobre las mentiras que se han dicho de mi persona en el pasado por las diferentes autoridades y servidores públicos y prensa amarillista. No soy familiar de los Arellano Félix. Ya me careé con algunos de ellos ante el Ministerio Público y autoridades judiciales, jueces y magistrados, etcétera.
— Benjamín Arellano, padre de los Arellano Félix, era originario de Magdalena de Quino, Sonora; su hermana fue Presidenta Municipal de ese lugar.
— Doña Alicia Félix Zazueta, madre de los Arellano Félix, es originaria del estado de Durango y ambos, padre y madre, se vinieron a radicar a Culiacán, Sinaloa.
— Mi padre, Ramón Félix Sánchez, era originario de Guamúchil Salvador Alvarado, Sinaloa. Mi madre, Justina Gallardo Gastelum, era originaria del Aguapepe, en Sinaloa.
Cuando yo fui presentado y procesado en 1989, nadie conocía a los Arellano Félix, quienes se hicieron famosos a partir del escándalo del Cardenal Posadas Ocampo. En 1989 no existían los “cárteles”, después de lo de Posadas Ocampo se empezó a hablar de “cárteles” por las autoridades encargadas de combatir el delito. Si sabían de ellos es porque los protegían y agarraron sólo al que caía en desgracia, fue González Calderoni, quien, en su tiempo , repartió plaza.
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En la actualidad Miguel Ángel Félix Gallardo, “El Jefe de Jefes o el Padrino” fue recluido al penal Federal de Puente Grande, confirmaron fuentes federales.
Su llegada al centro penitenciario número 2 ocurrió durante la madrugada del 9 de febrero del 2015, en medio de un fuerte dispositivo de seguridad encabezado por la Policía Federal.
Félix Gallardo estuvo preso durante 25 años en el penal federal del Altiplano, pero gracias a un amparo obtenido por su defensa fue trasladado al penal federal ubicado en el municipio de El Salto, Jalisco.
Fuente: Narcoviolencia
Excelente escritura no tengo palabras
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